Estoy resucitando de mis mil quinientas muertes
Palideciendo frente al bosque absurdo de tus dedos,

Y recuerdo que te amaba
Desde el minúsculo gemido al inclemente reflejo,
En las brumas naturales oxidadas en la noche y en los ancestrales chillidos emitido por el sol,

Herida por los desaliñados pretextos del desorden
Regresaba a ti,
Virginalmente impura
Olorosa y entredicha
Pastoreando por los valles que descubría en tu costado,
Dormitaba envilecida por los dioses acezantes, testigos del sudor.

Y me desnudaste el alma
Y me avergoncé por diminuta
(nunca por secreta)
luego te tragaba
te sentía
te asfixiaba entre mis sueños
deseando no perderte entre el bullicio de mis pensamientos,

lamentable como el ocio
recorrías las auroras de mi cuerpo
flagelabas el silencio con tu fuerte y poco reveladora respiración
y el néctar orfebre del deseo me llevaba de la mano,
me descubría un mundo nuevo
sin dejar de ser por eso lluvioso y petulante,

perfecto desconocido al que entregué el fruto inverosímil de la abstinencia
basta escribirte en la espalada con las yemas de mis dedos el abigarrado seudónimo del olvido.

Nunca hemos sido mas que palabras
Blacos de las dudas de no amarnos para siempre,
Solo yo o tal vez no salí ilesa de tan ensordecedor quebranto,

Ahora me queda esperar que la fragilidad de un monosílabo apuñale mi destino ensalivado por tus labios,

Y bajo la lluvia resonante encallada en mis oídos,
Abro mis brazos a los incesantes murmullos del verbo,
A la clarividencia de tus dedos hurgando en lo prohibido
Estimulándome la vida y reviviéndome la muerte,
Inescrutable certeza de saber que aun después de vivo
Recordaras que te arrulle hasta el delirio,
Como nunca nadie osó ni osará hacerlo,

A las manchas de tu amor
Aparentemente indefinido,
Le doy la bienvenida...
Hasta que no,
Hasta que muera...