Extasiada aguardaba el nexo de tu sombra con mi espacio, mientras te distendías bajo una misma sinfonía, vibrando a la par, separados por la inmensidad, agitados, expuestos, deslumbrados. La tarde se esfumaba en la intensidad de los sonidos, en ese tenor de cuerdas adentradas en mi ser como una ola desenfrenada de las almas. Nada importaba en ese estado, levitando en nítidas secuencias de pasión bajo el manantial de tu delicia, catarata de espasmos recogida por mis labios, mar de estos silencios, encuentro de los Dioses. Y el tiempo trasmutaba en concéntricas miradas que aún no se encontraban, como un espacio de retinas suspendidas en la inmensidad del mundo. Estoy en vos, en el desfiladero de tu vientre y la serenidad de tu palabra, arqueada de placer, profunda, subterránea, clara, indecisa de temor, bajo el deleite de tu bruma o la osadía de mis frases, exhausta, sumisa, alborotada... Las horas se desatan en un ciclón de cimas contrapuestas, para estallar sólo cuando tu piel deshaga el roce de estas huellas...
Ana Cecilia.
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