Temblaba y sacaba una baba de la boca y un sudor espeso de la piel. Trataba de calmarlo: lo que gratifica al hombre no es someterse si no dominarse, el vencer es lo que sublima y amerita y entonces todo silencio. Habla como es. Ese silencio, ese que antecede a sus grandes momentos.
Estando como solo a la madrugada por dentro sucumbe ante la imagen de lo sensible. Preordinaria es la manera en que se le viene abajo, se le derrumba la montaña interior: como gotas de sangre, le escurren gotas de alma. Con palabras transporta sentimientos, de esos que son extraños, abstractos y lejanos, de esos que son como para sentarse a media calle y ponerse a suspirar aunque realmente podría olvidarlo sin sentirse ingrato, realmente podría sentirse bien. Un remolino de pensamientos le enredaba dentro del cráneo la enamorada niebla de la congoja. Le amanecía en el alma el temor de engañarse, de estar engañándose de fuerte para encubrir su debilidad: siempre, había amado, al lirismo y resuelve ir por él, y, en batalla, y a punta de un dolor como un puñal, va pariendo poesía. A la vieja madrugada. Y él por dentro quizá se satisfacía con lo que era porque le estaba vedado ser mejor.
¿No sería en verdad que no podía ser algo porque estaba condenado a no ser nada? Bueno, en todo caso medita, se satisface con lo que es, una buena manera de sabiduría. Color, pasión y vuelo cuando el poema queda al fin redondo. Queda él tranquilo, como si estuviera blandamente muerto de anemia tras el parto de haber sido. Aquí le llegaba de nuevo el silencio y la sonrisa, ese sonreír de sí.
A las evasivas de nombres, hechos, verdades y soluciones desgarra entonces la hoja, sin clasificar pecados, sin señalar pecadores, rasga una vez y otra vez en gritos de desahogo; Malévolo, desgarra como si se suicidara por pedacitos, por impresiones súbitas del alma, eludiendo redenciones: Sin adhesiones, sin tertulia.
Cosa horrible es pensar en la tónica satisfacción de ser malo y saberlo. Y gustarlo. Y gustarla a ella. ¿Qué no será que uno es malo porque es incapaz de ser bueno? ¿Por qué tiene el valor de ser malo? ¿Porque es cobarde? Un cobarde que saborea la debilidad de sus dudas, esas que lo invitaban, lo seguían y lo penetraban doncas las tentaciones corresponden a todos, hasta a los santos.
Duro es aceptar que se es y no puede ser conductora de palabras, mucho menos va a ser conductora de hombres y hecha su rota, lo que fue, a una vieja escupidera de muy muy dañado peltre, para que se ahogue, para que se asfixie con el mal olor de las colillas. La gente tiene de qué platicar. Una somnolencia gruesa y algo de frío. La gente tiene de qué platicar. Después del alumbramiento no queda nada. Fatiga, torpor, un poco de náusea y una dulce insensibilidad se llaman nada. Él lleva tres noches sin pegar el ojo, miopía en aumento. Ni modo. Se le siente la vida, el pulso, la sístole inmensa ya que en el frenesí de los grandes vendavales, ya en el fijo testimonio del Sol, ya en el irse murmurante de los venenos que laten y escurren. En todo había una constancia de vida. Llegará el día. A veces llega el día.
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