M liberaba cuando, ciega de locura, quiero perderme en la luz.
El camino luce oscuro, no hay indicios de luz cerca, no quiero ser feliz con la palabra que pronuncié.
Cierro los ojos en este instante, no se lo que digo ni lo que hago, actúo como un animal salvaje, me escapé de la selva y encontré el refugio de la realidad humana.
Sino encontraba el camino de vuelta, creo que me quedaré en las rocas. Es bastante cómico, cuando de salida utilizo lo que me ata, me atrapa y hace que me vuelva verdugo de mi propia conciencia.
Acostumbro al diálogo interior, puesto que su antítesis me pide que no piense y que la mecánica del pasado me enseñe cómo actuar. Sobretodo cuando las reflexiones me abrazan, acudo a convertirme en lobo feroz, recordando los rostros de mi padre, de la ballena, del vecino, del que me arrancó los sueños, y de los pies azules.
No me apuren, que la huida está resultando, será fallido el intento de libertad si la voz comienza a inmiscuirse en asuntos que no interesan, justo cuando los sueños agravan la situación de cambio y no puedo comparecer ante su mirada inquisidora.
Creo que me está alcanzando, el animal no puede mantenerse en su cristal. Se desespera, puesto que quería permanecer tranquila, cuando el esfuerzo había sobrepasado a las ganas.
¿Qué hacer cuando la máquina vence?, ¿huir despavorida del deber, o arrancarme al hecho dejando atrás las ideas de idealización continua?
Esperando utopías realizables, sueños derramados en barcos de papel, cuando sobre mi estancia, logré respirar, sabiendo que la muerte se había convertido en el purgatorio de la huida.
|