¿No te ha pasado que a veces el diablo sopla en tu oído y sientes un frío que te recorre la espalda y pone tu estómago a hervir?
¿No has visto entonces a la estatua guiñándote el ojo izquierdo y lanzándote un beso en forma de pez que llega a tu frente y resulta que no era pez sino anzuelo y la estatua te jala con sus brazos de mármol, te cede su lugar en el pedestal blanco pegado a la pared y sale corriendo transformada en caballo y le crecen alas y se vuelve pegaso y tú le miras irse volando mientras te endureces de ausencia y tus ojos se llenan de polvo y lloras lágrimas de yeso coloreado y eso coloreado rueda por tu pecho y te hace daño y bajas del pedestal recargándote en la pared para llorar como un niño, pero la pared te traga y tú te hundes en su boca de angustia y ella te escupe por estar tan amargo y resulta que ahora te encuentras del otro lado pero no eres Alicia ni hay espejo, eres el conejo rabioso detrás de la pared y te vas brincando buscando el sombrero del mago y hallas su varita y la tocas con tu larga oreja y se convierte en un ramo de flores con olor a falso y te da mucha hambre y te comes la única que huele verdad y las otras se marchitan de envidia, se hunden en la tierra y les crecen raíces largas, largas, que llegan hasta el infierno y le hacen cosquillas al diablo que se ríe y se ríe sin parar y tú bajas por la enredadera subterránea buscando el tesoro y encuentras al pirata, bajas más y encuentras el final del arcoiris, sigues bajando y encuentras al diablo que te sonríe y se parece a ti y te guiña el ojo derecho y tu le avientas un beso de hielo y los dos se ríen y se ríen y tú te despiertas aún sonriendo, sudada la cama y enfrente tu espejo, que ya no es tuyo ahora es de Alicia que te saluda abrazada al conejo y te das cuenta que todo es un sueño, te tiras hacia atrás y te tapas hasta la cabeza, aprietas los ojos y esperas el soplo del diablo, pero no llega. Vuelves a despertar y Alicia ya no está, tampoco el espejo, sólo la pared, te levanta y corres para atravesarla, pero ella no quiere tragarte y estás en el suelo, triste con un golpe en la frente, justo donde te besó la estatua con su beso-anzuelo, y el beso te duele, pero ya n lloras yeso de colores, lloras agua salada de un mar que sólo tú conoces, en el que te ahogas todos los días porque no sabes nadar? ¿No te ha pasado? ¿No te ha pasado que cada noche te duermes en la esperanza de un mañana y despiertas en la realidad del hoy y el mañana no termina de llegar y te bañas y comes y trabajas y tu piel es como el mármol y comienzas a guiñarle el ojo izquierdo a todos y el derecho a unos cuantos, lanzas besitos al aire pero no son de pez sino de pájaro y se van aleteando sueños cada vez más alto, te pones triste mirándolos y no atrapas a nadie y la pared sigue a dieta y tú sigues siendo arrastrado por e mar de tu nombre y te hundes y el agua ya hasta te es dulce y ves pasar el pez de la estatua y quieres ir tras él y te acuerdas que no sabes nadar y lloras y lloras hasta que el mar se seca y el pez se muere sofocado, la tristeza te invade de nuevo pero no lloras porque te acabaste las lágrimas secando el mar y entonces te ríes y te ríes y despiertas al diablo que enojado te avienta un zapato y empieza a llorar por ti desconsolado? ¿No te ha pasado? ¿Pues en qué clase de mundo de fantasía vives? Esta es la realidad y temo enfrentarla. Mi nombre es Fedra, me he dedicado a buscar un redentor en las calles, en los sueños, en mi cama. Ahora sé que no existen y que el mar está seco y yo, sigo mojada de nostalgia.
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