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Hace un par de días, salí de mi casa como siempre, soñoliento, el rostro inflado de pereza, los ojos portando legañas mal lavadas, y deseando que el día me ahorrara la pelea cotidiana con el tráfico de la ciudad. Tomé las escaleras, intentando sacudir la modorra en el espiral -. Moví el carro de mi esposa. Saqué el mío. Mientras colocaba el auto de Marina de vuelta a su puesto, maldije a los arquitectos del edificio por diseñar puestos dobles. Salí y al llegar a la bifurcación hice el tin-marín de rigor para decidir el camino. Ganó la autopista, ese ciempiés metálico, de andar parsimonioso que primero te intimida, luego te incomoda y por último te arrecha. Maldito tin-marín, siempre se equivoca. Puse algo de música para calmar la ansiedad, canté al ritmo de Slash y me desgañoté con she’s got eyes of the bluest skies. Pero, no hay melodía que aguante una tranca. Saludé amistosamente con el dedo medio a un compañero de suplicio que intentaba colearse desde el hombrillo. Después de cuarenta cinco minutos de mentadas de madre, de aceleraciones y frenazos continuos, llegué a mi trabajo en la Castellana a las ocho y cinco minutos. Soy jefe de la mesa de dinero de un pequeño banco transnacional. Aquella mañana mi primordial preocupación era cubrir nuestra cuenta corriente en el Banco Central, la cual había amanecido con un saldo negativo de treinta mil millones. Yo lo sabía, pues era parte de mi estrategia, la cual consistía en mantenerme deficitario para aprovechar los préstamos del mercado overnight a tasas risibles. Claro, el riesgo era alto, tenía activos a largo plazo fondeados con dinero que debía renovar a diario. El margen de intermediación era alto y bien valía la pena. El plan no variaría, esperaríamos las llamadas de las demás entidades bancarias para ofrecernos sus fondos. Nunca llamábamos primero, con un mercado tan líquido, uno deja que se desesperen, que piensen que se van a quedar sin colocar el dinero, en ocasiones son capaces de prestártelo por nada. A las ocho y treinta, me informaron que nadie había telefoneado. No me alarmé, a veces se hacen los duros, es un juego de regates. Instruí a los muchachos para que pidieran mil millones al cinco por ciento, al Venezolano de Crédito. Eso sería suficiente para hacerles creer que estabamos cubiertos. A las ocho y treinta cinco el operador me informó que el Venezolano de Crédito no tenía fondos, que se iba a quedar tranquilo. Hum, pensé, lo que hacen por mendigar unos puntos en la tasa. Ordené que repitieran la estrategia con Mercantil e Interbank, bancos que por excelencia se habían mantenido líquidos durante aquel período. Interbank nos ofreció quinientos pero al cuarenta, “tómenlos” – nos advirtió – “es lo único que tenemos”. Eso, ya no podía ser un regate; sin embargo, preferí sondear un poco más el mercado. Me comuniqué con el jefe de mesa de Provincial - ex-compañero de universidad -, me dijo que el gobierno no había depositado el situado constitucional, que el mercado iba estar seco y me recomendó que me cubriera lo más rápido posible. Se dice que la cuenta corriente está deficitaria cuando la diferencia entre los depósitos que recibirás, y los pagos que vas a realizar, en un día determinado, es negativa. Los bancos cubren esa diferencia pidiendo prestado a otros bancos, quienes son los únicos capaces de proveer grandes cantidades de dinero el mismo día, así es como nacen los dichosos mercados overnight. Si no se llega a cubrir el déficit, entonces el Banco Central te declara fuera de compensación, lo cual significa que todos los cheques que fueron girados por clientes de tu banco no serán honrados. Esto es lo peor que puede ocurrirle a una entidad financiera y más si es extranjera. La sanción es el cierre por varios días mientras las autoridades investigan las causas de la irregularidad. Por supuesto que, al jefe de mesa a quién le ocurra esto, estará leyendo los clasificados del día siguiente en busca de empleo. Pero era muy temprano para empezar a preocuparme por esto, el mercado overnight está abierto hasta las 4 de la tarde que es la hora límite de Banco Central para transferir fondos. Los reales terminan apareciendo, todo es cuestión de precio. A las diez de la mañana sólo habíamos logrado cubrir cinco mil millones, pagados a setenta y cinco por ciento. Aún no había que preocuparse. El resto de la mañana transcurrió entre visitas nerviosas del presidente del banco y llamadas incansables de los operadores a cuanto banco había. Los fondos seguían escaseando. El último precio que habíamos pagado, ya a la una de la tarde, había sido noventa dos por ciento y todavía nos faltaban quince mil millones. Empecé a preocuparme. Hice algunas llamadas a Banco Central, María Rosa, la jefe de mesa de cambio, me ofreció comprarme divisas que yo debería re-comprar el día siguiente con una tasa implícita del cincuenta y cinco por ciento, pero sólo podíamos hacer la transacción por siete mil millones. Los tomé, pero mi desbalance aún era de nueve mil millones. A las dos de la tarde, el presidente del banco entró a la tesorería y se instaló en la silla de al lado, sin decir palabras, sólo observando, como el verdugo que espera la orden para dejar caer la guillotina. A las dos treinta Banco Industrial nos llamó para preguntarnos cuánto nos hacía falta – las noticias en el mercado viajan rápido –, que ellos podían prestarnos una suma significativa pero por política debía estar garantizada con TEM’s (Títulos de Estabilización Monetaria). Sopesé la oferta, el asunto era riesgoso, significaba trasladar nuestros TEM’s a Banco Industrial, todo ello sin la debida protección, ya que no había tiempo de contratar el servicio de blindados. El tiempo se agotaba. A las tres y quince tomé la decisión. Germán, uno de los operadores, sería el encargado de realizar la misión. Banco Industrial quedaba en el centro de Caracas, por lo que tendría que llevar los nueve mil millones en títulos valores en una mochila, mientras Miguel Angel sorteaba el tráfico con la moto. A las tres y cuarenta cinco recibí la llamada. Recuerdo las palabras exactas: “Martin, nos asaltaron. Estoy en el Hospital Vargas. Germán está mal herido…”. Mi mano dejó caer el auricular. Un fuerte dolor en el pecho me cortó la respiración, mientras mis esfínteres liberaban su pesada carga. Desperté en la ambulancia, en medio de un hedor fétido y paramédicos a ambos lados. Aún estaba desorientado, pero sabía que la pestilencia era originada por mis desgracias. Me miraron con la conmiseración que se le tiene a los infortunados y con voz suave me dijeron que había sobrevivido a un infarto.
Hoy Miguel Angel vino a visitarme. Tenía la cara de estreñimiento de quien tiene algo atorado en la garganta y que no se decide a soltarlo. Preguntó por mi estado, me dijo que Germán estaba fuera de peligro a pesar de haber perdido un riñón.
-¿Miguel, cómo pasó todo?
-Martin, quédate tranquilo, ya te enterarás.
-Ya el infarto que me iba a dar me dio, así que no te preocupes
-¿Qué crees? ¿Que los infartos son como la lechina? No brother, termina de recuperarte que si te causo otro infarto, al que le va faltar, no uno, sino dos riñones va a ser a mí; porque la cuaima que tienes allá afuera no me lo perdona dos veces.
- Qué mala leche la nuestra, pero cómo íbamos a saber que los maricones del BCV se iban a retrasar con el situado. Cuéntame chico, si quedarme sin trabajo, con los peos que tenemos, no me provocó otro infarto, no creo que haya algo que me vaya infartar.
- Esta bién pues. pero si te empieza a doler el pecho aguantas como un macho, carajo.
Me contó que los tomaron por sorpresa en un semáforo de la Av. Baralt. Dos muchachitos, que si acaso rondarían los dieciséis años. Uno de ellos apuntó a Germán con un revólver, mientras el otro amenazó a Miguel Angel con un cuchillo, al tiempo que les gritaba que le dieran la moto. Germán intentó calmarlos e hizo un ademán que puso nervioso al hampón, quien le disparó casi a quemarropa.
-No te llamé al instante por que quería saber que sucedería con Germán, además ya los bonos habían sido entregados así que la urgencia ya había pasado.
-¿Cómo es la vaina Miguel?
-Quieto potro que el reloj se para.

Texto agregado el 25-06-2005, y leído por 120 visitantes. (0 votos)


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