LUCHAR CONTRA VIENTO Y MAREA.

Tengo 17 años, estoy en una esquina de mi pieza y pienso en todo lo que agradezco a Dios, especialmente lo que he tenido que vivir, sentir y por todo lo que me ha ofrecido la vida. De repente reflexiono y digo: “tan rápido que ha pasado el tiempo, si me falta tan solo un año para dejar mi casa” y en ese instante viene hacia mi una luz muy fuerte, como un flash y comienzo a verme menor. Tengo 16 años y un hombre ebrio me persigue y me digo: ¿por qué estoy aquí?. Corro y corro, como si de eso dependiera mi vida. Llego a una carretera y me tropiezo de tanto correr, hago “dedo” de la desesperación y un auto detiene su rumbo, subo en él y me siento como cuando tenía 14, he iba con mi padre a mi primer día de Liceo, estaba muy nervioso pero con esa fuerza de saber que soy mayor.
No fue muy impresionante el primer día de Liceo y salgo de él para irme a mi casa, cuando comienza a llover muy fuerte y en frente de mi un relámpago cae... tengo 9 años. Mi papá veía el jardín desde la ventana... y me daba la impresión de que él pensaba, en que de nuevo se tenía que ir, como todos los días. Yo siempre ayudo a mi papá en la caja de su bar-restaurant y siempre el entorno era ver borrachos que recorrían y hablaban en todos lados , me ponía muy incómodo, pero yo lo superaba porque era muy fuerte. Sus caras no me gustaban, me daban la impresión de que con el trago sus rostros cambiaban, sus formas de mirar me aterrorizaban y si yo les decía algo que les pudiere ofender, explotarían en furia. Pero yo siempre tenía que ser fiel y acompañar en todo a mi padre. De repente, voy a donde nadie me ve y tomo un vaso de vino que estaba en el mesón y la bebo hasta la última gota y caigo al suelo. De a poco reacciono y oigo a alguien: “Francisco, ven aquí, ven po´”. Tengo 6 años aproximadamente, veo las imágenes nubladas, pero al fondo claramente veo las figuras de las personas, que en cierto modo me hicieron desconfiar de la gente. Me acerqué a ellos y ellos tapan mi boca, siento que me tiran, empujan y botan y cuando puedo mirar, sólo veo hacia abajo gotas de sangre que se esparcen por el pasto y se me viene el recuerdo de mi madre gritando cuando yo cumplía los 3 años.
Era una noche negra y yo, estaba sentadito y acurrucado en la escalera, llorando y gritando: ¡Papá!, pero mi madre sabía que el que estaba tocando a la puerta no era él, sino una persona que nos quería hacer daño. Todavía recuerdo la voz lasciva de aquel hombre.
De pronto, me calmo y me siento muy bien, muy tranquilo y en paz. Los problemas ya pasaron, ya no estudio, ya que a los 3 años iba al colegio de oyente y ahora tengo 2 años, lo cual es para mí ninguna preocupación y puros regaloneos, me daban todo lo que necesitaba.
Así pienso y medito, dándome cuenta, que todo lo que soy, lo debo a mi fortaleza, a mis padres y a mi Dios.