Con los ojos brillantes como los de un niño, me preguntaste: ¿serías capaz dede detener el tiempo solo por estar hoy un momento más conmigo? . Y yo solo te abracé… te abracé como jamás lo había hecho antes, y de pronto una lágrima cayó en tu mano, pero ¿de quién era esa pequeña gota de nostalgia? ¿Fue tuya o mía? No lo recuerdo. Salimos a la calle y la gente no dejaba de asombrarse ante la mirada eterna que había entre nosotros. Comenzó a llover, tú soltaste mi mano y enseguida te hacías uno con la lluvia y me llamabas, pero yo, muerta de frío y algo asombrada me rehusaba a seguirte… Pero tú seguías llamándome y te acercaste hacía mi, tomaste de nuevo mi mano y me hiciste caminar hacia esa lluvia que estaba segura no terminaría. Yo no quería soltarme de tu cuello; no quería que tus brazos dejaran de sentir mi cuerpo… la lluvia de esa tarde era helada. Tomaste mi cara entre tus manos mientras decías – Tranquila, todo va a estar bien – y te aferraste a mis labios como jamás nadie, ni tú lo habías hecho.
La lluvia no terminaba y ni tú ni yo lo deseábamos… de pronto, las gotas de esa interminable lluvia se confundieron con mis lágrimas, no era posible tanta felicidad, no era posible que lo que nos unía fuera perfecto. Tú me repetías una y otra y otra vez que siempre estaríamos juntos… ni la eternidad nos alcanzaría. Caminamos tanto por todas esas calles mojadas dejando algo de nosotros en cada paso.
Un día desperté, todo era silencio y podía escuchar mi corazón… estaba angustiada, sabía que algo pasaría, y aunque tú me repetías que solo era un sueño y que todo estaba bien… yo sabía que no era así, dolía tanto el solo hecho de pensar que mi nombre no estaba más en tu boca. Pasaron siete largos versos, siete versos que consumieron lentamente el brillo de mis ojos en los tuyos… ‘Te amo’ solías decirme cuando en un encuentro fugaz nos enredábamos, pero yo sentía… que había algo que le faltaba a esas palabras que aunque eran las mismas… ya no tenían el mismo significado, y tú lo sabías…
Poco antes del ultimo encuentro solo dijiste frases vacías, ya ni siquiera hubo aquel ‘te amo’ incompleto… y cada noche atormentaba mis sueños cuestionándome qué había pasado. ¿Por qué de pronto tu sentir cambió? ¿Por qué de la noche a la mañana dejaste de pensar en mi? Estaba segura de que era culpa mía, tal vez no había amado suficiente… tal vez ni siquiera sabía amar. Pero, ¿quién te enseña a amar? Yo sentí que todo cuanto tenía te había dado, pero no era suficiente... – Todo esta bien - era lo único que me decías, te dabas cuenta de que yo sabía que pasaba algo y aun así negabas lo que todo el mundo ya sabía. No había cosa en mi vida que doliera más que esto , pero aun así, seguías negando a los demás que yo existía. – Todo esta bien- volvías a repetir, y cada vez que te escuchaba decir eso me hundía más en ese dolor eterno…
Y de pronto… uno noche pude secar un poco mis lágrimas y decidí enfrentar la realidad; te hablé lo más claro que pude e hice a un lado cada promesa y cada sueño nuestro para aceptarlo. Prometí entender… prometí entenderte y seguir amándote hasta el final aunque ya no estuvieras más conmigo. Solo tú podías terminar con mi agonía. – Perdóname, pero no puedo seguir – dijiste por fin… pero no me miraste a los ojos; no tuviste el valor de ver cómo me desmoronaba ante ti , ni tú soportaste ver todo el dolor que había en mi.
Y te fuiste… ligero como el mismo aire que había la tarde en que te conocí; no había cosa alguna que no me recordara a ti, no había sueño cada noche en que no estuvieras tú y no había día alguno en que no llorara por tu ausencia. Te dije que te amaba y que lo haría por siempre… y hoy, aunque te sigo amando más que a mi propia vida… hoy, que te sigo necesitando más que al mismo aire… solo vine a decirte que aunque la nostalgia y los recuerdos me abruman algunas noches…
… Hoy por fin, has dejado de doler…
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