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Inicio / Cuenteros Locales / ant / EL DÍA EN QUE A ARIEL LE CAYO UN BOEING 747 SOBRE LA CABEZA

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Al escribir, el autor no puede menos que sentirse como un dios, al menos como el autor cree que su dios pueda llegar a sentirse, pero en definitiva uno sabe lo que todos allí sienten, sabe lo que les pasara, y puede dejar que pase o influir en su destino. Otras veces, y esta es una de ellas, el escribir es un escape para la impotencia personal, queriéndose sentir dios uno puede pensar, imaginar y hasta plasmarlo en un papel lo que le gustaría que le sucediera a una persona muy querida o no.
No digo que fuera plausible, correcto u original, pero descansa las ansias y no lo niego, leo, lo leo y lo vuelvo a leer y me gusta el final, a mí, lo sé a mi nada más, pero me gusta y divierte, y si por casualidad me cruzo en la calle con él, lo saludo, como andas que tal, y no puedo evitar, mirar para el cielo y esperar.


Claro amaneció el cielo esa mañana, azul claro sin nubes, el sol llegaba hasta los rincones más profundos, un par de aves cantaban mientras daban de brincos bajo ese cielo azul claro, sí, el cielo estaba claro esa mañana, un claro atravesado por la estela blanca que dejaba a su paso un avión allá arriba y a lo lejos, no así la atmósfera aquí en la tierra, con ese sol que llegaba hasta los rincones más profundos calentando el aire que quemaba los pulmones al respirar, y respirar se hacia cada vez más difícil con el aire caliente que quemaba los pulmones cargado del hollín que salía del escape de los vetustos ómnibus. La atmósfera no estaba nada clara aquí abajo, los nervios a flor de piel, a flor de piel quemada por el asfalto. Calor, nervios y personas eternamente apuradas saliendo tarde de sus casas y queriendo llegar temprano a sus trabajos, todo eso, más los frenéticos bocinazos de los autos con interiores de cueros y aire acondicionado dirigidos al chofer del colectivo que frenaba tratando de meter dos pasajeros más en su ya colmado vehículo, a quien, no le importaba lo fuerte que sonaran los bocinazos con aire acondicionado a sus espaldas, porque la música tropical que sonaba a voces desde su destartalada radio no dejaba a uno ni siquiera escucharse a si mismo. Todo eso confundido, mezclado y revuelto por los empujones, patadas con disculpe lo siento y muévase más hacia atrás de los compañeros de itinerario, todo eso y el claro cielo con su sol en busca tempranera de rincones donde colarse, el canto de aves y la borrachera recién lavada de cara de la madrugada recientemente amanecida con cielo azul claro, la oscurecía aún más.

- Cada gota de lluvia que me moja es diferente a la anterior, es única, y totalmente diferente a la que esta por mojarme.
Así meditaba Ariel caminando rumbo a una parada de ómnibus, casi sin fijarse en el claro cielo azul sin nubes y apenas respirando el aire que le calentaba los pulmones, pensando en lluvias con gotas totalmente diferentes unas de otras, mientras, que en el cielo brillaba un sol que llegaba hasta los rincones más profundo, y el asfalto parecía derretirse bajo sus pies, pensando, entre las nerviosas y eternamente apuradas personas aglomeradas, sudorosas, y que maldecían al ómnibus que nunca llegaba pues ya se había ido.

- Y, entre cada gota de lluvia que me ha mojado, me mojó y me mojara yo también estaré cambiando, imperceptiblemente hasta para mí mismo


Así siguió Ariel, filosofando tal ves, subido ya al ómnibus apretujadamente, con su borrachera recién lavada de cara, sin responder a los disculpes de los también apretujados compañeros del apretujaminento móvil con itinerario.

- Lluvia, pensaba, la lluvia no es más que la salida en común de diminutas gotas, que pueden incluso llegar a romper calles, bueno, al menos aquí en este pueblucho al que dan categoría de ciudad capital, destrozada, a base de gotas que se pusieron de acuerdo para salir todas al mismo tiempo, pero tampoco salen al mismo tiempo porque si fuera así no me estarían mojado una primero y otra después, saliendo entonces casi al mismo tiempo, y desidia. Si, este pueblucho que sede a la lluvia y a la desidia.

- Que pueblucho de mierda, se volvía a decir, cambiando a las comuneras gotas por Asunción.

- Pero una ciudad o pueblucho no es más que el conjunto de su gente, y si pienso o digo, que gente de mierda, yo también sería de mierda, que mierda, es cierto, yo también soy una mierda, comunera mierda es esta ciudad capital, corazón de América, ya a América le hace falta un marcapasos, con un corazón de mandril estaría mejor.

- Si las pelotudas gotas se comuneran para romper las calles y hacer saltar esta porquería de apretujodromo colectivo e itinerante, que puta lo que hacemos nosotros que ni nos ponemos de acuerdo en quien bajara primero de aquí.

- ¿Tendrán cerebro las gotas? ¿Y mejor que el nuestro? Pero que digo si son H2O boludo, el que dentro de poco se va a quedar sin cerebro sos vos, se decía Ariel, mientras se daba cuenta que ya paso, como siempre, dos cuadras donde debería de bajar.

Fue a la puerta, lo más aprisa que se podía ir, sin pedir disculpas ni perdones, casi rompe el piolín, que siempre le hacia recordar la ropa por lavar, del timbre que apenas se escuchaba a través de todo el parloteo sordo, mezclado con el traqueteo del motor y la música platirrimbombante que salía como desapretujandose por los parlantes de la radio del chofer, como sale la cerveza de una latita agitada durante mil horas. Dos cuadras más de donde ya se había pasado dos, por fin pudo bajar, y el aire caliente que quemaba los pulmones de la calle, le parecía ahora el más fresco que había respirado, eso, comparándolo con el casi inexistente aire que se intentaba inhalar en el ómnibus que por fin había abandonado.




- Que tembo!!, Se dijo al bajar con un pequeño salto, cuatro cuadras con este maldito sol, hijo de las mil p.... , maldijo al chofer mientras daba sombra a sus ojos, hinchados y achinados faltos de sueños, excedidos en cerveza, tratando de ocultar ese sol que llegaba a todos los rincones, haciendo un pequeño arco con su mano derecha y llevándola a su frente justo arriba de ellos, para intentar ver tras ese claro día azul y poder ubicarse.

Ubicado ya, se desencorvo un poco la espalda con un pequeño movimiento y puso en orden su camisa que a fuerza de empujones y achicharramientos dentro del ómnibus se le había salido de entre sus pantalones, arrugado por todos lados y desabrochado más de un botón, aunque en realidad como podría saber si no salió así de casa.

- Cuando habremos perdido la dignidad, siguió pensando, mientras, ya ubicado, empezó a caminar, Ciudad Comunera, era en un tiempo el título que llevábamos con orgullo, Cuna de la libertad de América las pelotas, esos comuneros no eran más que unos seudoespañoles y seudoamiericanos ni lo uno ni lo otro, que a falta de huevos, no querían ponerse mal con su rey de mierda, pero, no hay pan sin trigo muerto, aplastada luego esa revolución de etiqueta, de ricos afeminados sin nación, más vergüenza aún.Francia tal ves fue el único en poner huevos, a fuerza de rodar cabezas, si tan solo López no se hubiera hecho el machito, se dijo y mientras se decía, la nostalgia que acompaña a todo paraguayo que recuerda un perdido pasado de grandezas rodeado por un presente falto de dignidad, la nostalgia que acompaña a todo paraguayo al recordar todas esas historias heroicas que de la guerra grande se cuentan, historias donde se demostraban o describían las proezas de niños y ancianos, de cuerpos decrépitos y mujeres violadas, demostrando al mundo, al mundo que nunca se entero de nada, de lo que era capaz un ser humano por su patria, le cubrió el rostro.

- Maldita guerra inglesa, muertes americanas a cambio de ferrocarriles ingleses, rapáis de mierda, para liberar esclavos decían, aquí los esclavos vivían mejor que un brasileño libre, cobardes y dominados uruguayos de la gran puta, no hacían más que obedecer a sus dominadores de turno, y sobre todo malditos curepas, maldecía Ariel como quien busca y encuentra culpables para su desgracia, .... curepas, se quedo pensando.

- Recuerdo ahora a esa pequeña argentina, no se porque no la puedo llamar curepa, pequeña argentina con ojos tímidos, era tímida lo se pues cada opinión la terminaba con un no se, no se de pequeña traviesa que desnuda el alma pero no la muestra. Recuerdo que al hablar ella, me fijaba en como uno de sus incisivos se recostaba sobre el otro, no recuerdo si era el derecho o el izquierdo, recuerdo si, haberme fijado mucho en ello y en lo lindo que realmente eso quedaba, toque personal, incisivamente fijado en mi recuerdo. Sus lunares eran una delicia, recuerdo también creerme cartógrafo, navegando en su piel, marcando latitudes y longitudes que ubicaran a todos y cada uno de ellos, nunca pude terminar esa vespuciana tarea, las tierras de Ariel, los lunares de Ariel, los Arielicos, arielicos lunares quise yo llamarlos alguna ves luego de haber completado tan grandioso mapa, ¿porque aun ahora no puedo llamarla curepa? El gran lunar ubicado en la parte interior de su pantorrilla izquierda, San Salvador de los lunares, puerto seguro en el infinito mar de tan delicada piel, corta melena portaba la argentinita, se llamaba... Lo... no, mejor no dijo su nombre, no se... como ella decía, sedosa y negra melena. Era gordita la argentinita, ¿por qué no la llamo curepa? Tal vez fue eso, gordita, sonrisa de desaprobación de mis mal llamados amigos, maldita moda, moda esquelética, que pelotudo, yo, haciendo caso a esos idiotas...

- No, no fue solo eso, aunque los amigos pueden ser bastante crueles, estuvo de por medio el miedo, el miedo que todos tenemos, creo yo, al encontrar lo que tanto buscamos pero en el momento en que no lo queriamos encontrar, de sentirnos aun no preparados, el miedo a...


Así iba caminando Ariel, caminando mientras pensaba, gotas de lluvias distintas unas de otras, él cambiando a medida que cada una de ellas lo mojaba bajo un sol de cielo azul claro, pueblucho mal nombrado ciudad capital, Francia, López, patria vendida por extraños a cambio de ferrocarriles ingleses, inpudica triple alianza y... argentinita. Todo eso sin darse cuenta, como podría, de lo que estaba pasando bajo ese cielo claro y azul, sobre ese asfalto negro y ardiente, justo sobre su cabeza.




Sobre ese asfalto negro y ardiente, sobre esa ciudad cedida ante las lluvias y la decidía, bajo ese cielo claro y azul, hace ya más de dos horas daba vueltas en circulos un Boeing Jumbo 747 de Americans Airlines, esperando autorización, para aterrizar, de la torre de control, autorización que no llegaba pues la pista aún seguía ocupada por otros aviones retrasados como siempre en sus salidas.


- Maldita sea, dijo el capitán del boeing, nos quedamos sin combustible, azafata, grito, que todos los pasajeros se coloquen los cinturones de seguridad y que Dios nos ayude, ordeno a la sobrecargo y rezo a un Dios, en el que realmente no sabia si creía o no, pueblucho de mierda, no tienen ni siquiera un aeropuerto como la gente, puta madre, si tan solo me hubiera tocado la ruta de Hawaii, pero no tuve, que venir hasta aquí, quien se hubiera imaginado, en un país que ni siquiera figura en los mapas.

Así pensaba el capitán de la aeronave, luego de haber ordenado y rezado, y mientras esta iba cayendo inexorablemente justo, justo, justo sobre la ya muy congestionada cabeza de Ariel. Allí cayo el avión Boeing Jumbo 747 de American Airlines, algo especial ...en la cabeza de Ariel.

Pero no hubo catástrofe, ni incendios, nada, el avión poso suavemente de nariz en la cabeza de Ariel, así permanecio por algunos instantes, luego, también suavemente, esa enorme estructura de metal quedo tendida sobre la avenida y sobre sus trenes de aterrizaje.

Se abrió una puerta, el capitán poniendo bien la visera de su gorro hizo un pequeño pero exhaustivo reconocimiento visual del área, mientras la sobrecargo, ofrecía whiskys on the rock y café a sus ya más tranquilizados pasajeros, en realidad, fueron pocos lo que supieron lo que pasaba fuera de esa pequeña y alargada cabina presurizada.

Valiéndose de una escalera, bajo al suelo, al quemante asfalto, asiendo caso omiso a los bocinazos que venian de los apurados autos impedidos en su trayecto por el avión. Caminó dos cuadras hasta una estación de servicios que había divisado durante el pequeño pero exhaustivo reconocimiento visual.

- Good morning, do you speak english?
- No mister, sorry, no espiqui inglis, contesto el hombre de la estación de servicios

Entonces el capitán del avión quito de uno de sus bolsillos un pequeño diccionario ingles-español español- ingles, empezó a ojearlo levantando de ves en cuando la cabeza para sonreír al hombre de la estación de servicios y volverla a bajar.

- Tiene nafta super? pregunto
- Si tengo señor
- Tiene bidón de auxilio? pregunto otra vez
- Si tengo señor
- Llenar entonces cien bidones con nafta super, please
- Enseguida señor, contesto el señor de la estación de servicios

La operación de carga de combustible al avión abra durado por lo menos una hora, el americano piloto del avión agradeció al señor de la estación de servicios luego de pagar la nafta en dólares, tal vez cien puntos por debajo de la cotización del día, retrocedió un poco el avión como para tomar impulso, entre los bocinazos de los ya enfurecidos conductores que no cesaron en toda esa hora, más de un automóvil quedo luego sin batería a causa de tanto bocinar, y alzo vuelo, rápida y limpiamente.

La señora, en cuya vereda se encontraba Ariel antes del avionazo, saco un balde con agua y una escoba, esparció descuidadamente el agua y friccionado con fuerza la escoba contra la vereda, iba quitando la mancha tan fea que había quedado en ella.

El agua corrió calle abajo, pegada a los cordones de las veredas, ese pequeño arroyo cuyo manantial había sido un balde no era más que el conjunto de pequeñas gotas de agua, distintas unas de otras, conjunto de gotas y pedazos casi invisibles de Ariel que esa mañana, esa mañana de noche sin dormir, había pensado en gotas de agua, en Asunción, en los comuneros, Francia, López, Triple Alianza y la argentinita, entre otros cosas.

Texto agregado el 24-06-2005, y leído por 263 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
31-05-2006 también vi saludos desde paraguay :P el título me atrapó, no tanto el inicio, pero si Ariel. Esperé a que el título se cumpliera en el texto: tú muchacho Ariel me recordó a Augusto Pérez...buen ejercicio de escritura. Hazle como Ariel, piensa o escribe en todos lados. Saludos CeciliaVerde
03-09-2005 Pobre Ariel, protagonista de una historia inmensa y el pobre aplastado y hecho pedazos sin saberlo...Aunque mejor así... itdamina
03-08-2005 dije, éste aparece y me saluda desde paraguay, ¿quién es?. veo un texto gigante con un buen título, digo, en fin, si empieza bien, lo leo. ahora lo acabo de terminar. me parece buenísimo. tiene algunas ideas que dan para ser por sí solas un cuento ¡los desmanes que que podrían causar unas gotas organizadas!. dos cuadras más donde ya se había pasado dos, por fin pudo bajar. líneas tremendas tiene, de verdad. y no lo digo de cuentero, que, sinceramente, nunca me gustan los textos de esta página. me tuviste esperando en cada párrafo al avión ¿qué va a pasar?, ¿lo va a aplastar y fin?, ¿será todo natural o un gran caos?, ¿será un detallito en la vida de ariel?. más diría, pero no, muy largo ya está este mensaje. demasiadas flores ya, quizá cortaría (o eliminaría) algunos párrafos centrales que mucho no aportan. y una última cosita, la conversación filosófica consigo mismo, con guíones y todo, me parece estupenda. me sentí identificado, mira, yo tengo dos croqueras por la vida, en una pinto y escribo los apuntes de la universidad y la otra es exclusivamente para ideas, pensamientos, esbozos de cuentos, cosas así. ahí tengo conversaciones con un doble, con guiones y todo, es un poco esquizofrénico (puede ser considerado), pero como ejercicio es estupendo. es como ser ariel antes de que un avión toque si nariz. saludos desde chile. selgin
28-06-2005 Palabras cargadas de mucho sentimiento, muy emotivo con un estilo propio, sobre todo original. Me gustó mucho. fabiangs
24-06-2005 Jajaja, super, me gusto. HoneyRocio
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