Las venas del amanecer almacenan sangre fría y cada lunes nace muerto el nuevo día...
Sabina

El placer que nos atormenta, es el encuentro frontal con el seco rojo vivo del fallecido anteayer, destilado el éter de la simpleza que recuerda el frío cortante en las cloacas citadinas, en el desamor por desayuno, mi confesión de infiel que sigue amando lo fugaz y al tiempo una declaración de unión eterna contrasta débilmente.

Tu pupila contiene el ocaso y la aurora.
Derramas los perfumes cual noche de tormenta;
Son tus besos un filtro y tu boca es un ánfora
Que hace cobarde al héroe y corajudo al niño.

De Dios o de Satán, ¿qué importa? Ángel, sirena,
¿Qué importa si por ti -hada con las pupilas
de terciopelo, ritmo, fulgor, mi única reina-,
el mundo es menos feo y el tiempo es menos largo?(x)

Furia dirigida a nosotros, humanos dando constancia de comunión con la pérdida irreparable, con la eyaculación probable; una línea frágil, una duda resuelta, un ocaso oportuno, la frontera que atraviesa la felicidad que duele, la fealdad del mal con culpa.

Afanan nuestras almas, nuestros cuerpos socavan
La mezquindad, la estulticia, el error,
Y, como los mendigos alimentan sus piojos,
Nuestros remordimientos complacientes nutrimos

Tercos en los pecados, laxos en los propósitos,
Con creces nos hacemos pagar lo confesado
Y tornamos alegres al lodoso camino
Creyendo en viles lágrimas, enjuagar nuestras faltas.(y)

Baudelaire fue a quién primero leímos, ejemplar viejo, también el último que compramos juntos en el almacén de desechos. No hubo más, y traté con más música feliz y caí con libros ilustrados o con nada, y con muchas. Faltaba fondo, sobraban precipicios, de ayer a hoy pasaron algunos años, humo y uno o dos delirios.

Y te encontré sin buscarte y a Bukowski, volví a perderte a las seis horas y a saber de ti sólo en sus letras a mitad del que compre después de iniciado el mes siguiente, aquí lucías como te conocí sin verte, sin tocarte, sin morder tus labios. Abriste de nuevo la puerta del cántaro en que felizmente de nuevo, no dejo de caer. Ya no rezamos juntos y éstas palabras también las compré sin ti...Ya es martes.

Ella era caliente, ella era tan caliente.
Yo no quería que nadie más la tuviera.
Y si yo no hubiera llegado a casa a tiempo
se hubiera ido, y no lo podría soportar
me volvería loco...

Me serví una bebida, y dejé correr el agua en la tina.
Había 5000 barras en el pueblo
e iría a 25 de ellas
buscando a Miriam.
Su osito de peluche morado agarro la nota
Y se recargó sobre la almohada.
Le di al oso una bebida, y a mí también
me metí al agua
Caliente(z)


David Calvo



(x) "HIMNO A LA BELLEZA" fragmento, Las flores del mal, Charles Baudelaire
(y) "AL LECTOR" fragmento, Las flores del mal, Charles Baudelaire
(z) "CALIENTE" fragmento, Poemas del viejo indecente, Charles Bukowski