- Yo: Madre!!!, ya me voy.
- Madre: Bueno Hijo, que te vaya bien.
Asi salgo de la casa, quizás hoy me maraville, ya que por primera vez voy a trabajar y mi cuerpo anda tembloroso, ansioso de sentir esa responsabilidad. Me voy a cuidar una casa, en especial la Familia Mieres, me dijo que cuidará a su bebé, Josua. No lo conozco, pero se que es un hijo que tienen, de 7 años de edad.
Aqui estoy, justo en la entrada de la casa, yo toco la puerta y me abre muy amablemente la señora Claudia, esposa del señor mieres. Me dejan encargado, el lavado de la Loza, que deje dado comida a Lulú (su perra), y que este pendiente de josua, ya que era lo más preciado para ellos.
Ellos rapidamente parten en su automóvil, rumbo a Arica, una ciudad al Norte de Chile. Yo rapidamente, hago todos mis quehaceres, y me dispongo a entrar a la pieza de josua, para dejarle su comida y hablar con él, ya que tiene 7 años y debe ser un niño muy simpático y alegre, subo lentamente las escaleras, con mi bandeja y mis pensamientos concentrados, en lo que íbamos a hacer con josua para entretenernos. Abro la puerta y veo a este niño, sentado en la alfombra, a un rincón de su cama, mirando hacia la ventana, con una mirada conmovedora, mis ojos se me llenaron de tristeza, por algún motivo, su mirada me reflejaba una profundidad, que hasta ese momento ningún niño de tan corta edad me podría haber transmitido jamás.
- Yo: (le dije) Hola ¿como estas?
- Josua: (no respondió)
- Yo: Josua, te traje algo de comida, ya que como tus papás se fueron, yo te cuidaré.
- Josua: (no respondió)
Se levanta y se acerca hacia mi, de alguna forma entendió lo que le dije, y supo de inmediato, que yo no le haría nada, no dijo ninguna palabra, pero su mirada me transmitió mucho, como si una caricia se interpusiera a una cachetada, como si un abrazo se opusiera a cualquier pensamiento de lastimar, pero de pronto baje la mirada, y me di cuenta, que bajo esa triste y apacible mirada, se encondían una manos tajeadas, y una espalda con aguijones, recordatorio de crueles momentos pasados, yo conmovido, tome sus manos, y le dije, no te preocupes, tu eres bueno, nunca más vas a llorar, eres un niño de alma pura, no llores... y él se acerca y de golpe recibi el abrazo mas bello que puedo haber recibido, su calor, me reflejo mis mas profundos sentimientos, y de pronto, gota trás gota, se derramaban mis lágrimas sobre la alfombra, el niño a pesar de no decir nada, y de solo haberse acercado a mi y haberme abrazado, quizás por el frío, me vizlumbro toda su vida, y yo en una simple respuesta, le entregué mis lágrimas. El lentamente al pasar del tiempo se durmió en mis brazos y yo lentamente, lo subí en mis brazos y lo acosté en su cama, le dejé dormido y baje a mi alcoba, contemplando aquel momento que recibí y que me ayudó tanto a comprender lo que es vivir.
Al despertar, ya se sentían resonar los fuertes toques de la vocina del automóvil de la Señora Claudia y el señor Mieres. Yo ya había dejado todo listo, la casa muy bien cuidada, y me dispuse para despedirme de la señora Claudia, cuando le hablé de Josua. Ella me miró con lágrimas en los ojos y me dijo:
- Claudia: es nuestro hijo, lo ves, es pequeñito, ha sufrido mucho. Sus verdaderos padres lo botaron a la calle. Nosotros nos hicimos cargo de él, hace 2 años, me duele tanto el corazón, sabes Francisco, èl quedó con un shock por sentir palmetazos y pellizcos en la espalda y de ser fuertemente maltratado por su padre alcohólico, el es mudo, no puede hablar. Nosotros, Lo Amamos, el no habla con nadie, ni siquiera con nosotros.(en su llanto me abraza)
- Yo:Quiéralo mucho, ese niño vale mucho, y me enseñó algo muy importante. Que tengo que mirar a su hijo, como tengo que mirar a cualquier otro niño, joven o adulto, como alguien que ha seguido viviendo confiando en que la gente es buena, en que existe el amor y lo malo de la vida, en que todo lo que hay ahora en el presente, se traduce en que todo los malos momentos que hemos pasado, nos hacen ahora en este momento estar aqui, disfrutando lo más bello que existe, la vida. Me voy Señora cuidesé.
- Claudia: Chao, Francisco, Gracias por todo.
Vuelvo a mi casa, vuelvo, pero vuelvo más vivo y con más deseos que nunca de vivir, y de amar a la gente sin importar sus defectos, raguños ni tropiezos. Si nos diéramos cuenta que hay gente maravillosa, que conocemos, a los cuales hablamos pero, sin embargo, no miramos. |