Ella me dijo…
—No malgastes tanta saliva, tantas palabras, no son más que mentiras.
—Es que soy un poeta frustrado —le contesté, mirándola a los ojos insistentemente.
Ella tomó mi mano, envolvió mi espalda y siguió trabajando mi rostro hasta destrozarme los ojos, llenó de sombras mis lamentos y silenció los quejidos con su profunda mirada.
—Que más te queda dentro de tu trinchera —me dijo.
La miré nuevamente pero esta vez sentí que estaba rodeado de escombros.
—¡Debes de salir de allí urgentemente cariño!… —susurro en mi oído.
Entonces me levanté, llené mis pulmones de aire limpio, recorrí la pieza de esquina a esquina sin negar jamás sus pupilas, porque ella era verdaderamente bella.
Tomé mi ropa... y ella me dijo:
—¡¡¡Ya te vás!!!, no lo olvides todo el mundo debe dar algo a cambio de lo que recibe ¡no creas que con un par de versos me vas a dejar tranquila!
Metí mi mano dentro de la mochila, saqué un papel en blanco… escribí un poema, dibuje una silueta que pinté con colores y lo puse entre sus dedos.
Jamás he dado algo a cambio de lo que he recibido le dije.
Ella se levantó… se puso una blusa, me dio un pequeño beso en la mejilla mientras abrochaba un par de botones, tomó con ambas manos mi rostro, me miró a los ojos fijamente y dijo…
—¡Querido amigo!, en ti las nostalgias sólo cambian de sitio, olvida ya todo y sale a vivir, no serás nunca un gran artista y menos un gran poeta, pero hoy he sido tuya y tú no lo has sabido vivir.
Cerré la puerta rápidamente pensando que no dejaba nada atrás, ella golpeteó rítmicamente con los dedos la ventana, sentí su caricia a la distancia sobre un beso al aire y logré sonreír, y me dije:
Bueno amiga quizás haya un quizás y no hay pena que valga la pena y sí volveré temprano aunque tú no lo creas.

Hubo un momento perdido del que debí salir urgentemente, estas letras son un regalo a quién me lo hizo ver todo tan claro y me tiró de la mano con mucha fuerza y arrojo.