El CIRUELO Y LOS PÁJAROS.



Por: calara



Meditando, en la ventana,
miro la escena que brinda
un ciruelo en la mañana
cuando oscila con la brisa.

Sus ramas esmeraldinas
se mecen cual muchos brazos
batiendo pañuelos verdes
que al sol están saludando.

Su follaje inclina y yergue
como haciendo reverencias,
de homenaje y bienvenida,
a la tibia primavera.

Pájaros cantan a coro
posados sobre sus varas;
gorgean hermosos himnos
al tiempo que el árbol danza.

Parecen loas al cielo,
los trinos de sus gargantas,
que dieran gracias a Dios
por tan generosa dádiva.

El sol, con su aliento cálido,
algunas hojas reseca
y adquieren un color pálido
cuales adornos de seda,

ataviando así, de gala,
al árbol para otra fiesta
que toda natura espera:
el verano que ya llega.

El árbol dará sus frutos
y también su sombra fresca;
en paz las compartiremos
las criaturas diversas.

Después, llegará la lluvia,
caerán sus finas prendas
y el ciruelo ha de dormir,
desnudo, su larga siesta

hasta un nuevo despertar
con su florido regalo,
siempre sin discriminar,
ni a gorriones, ni a canarios;

todos podrán hacer nido:
su ramaje hospitalario
les brindará buen asilo
y también sustento diario;

abejas y otros insectos
libarán de sus nectarios;
las hormigas en desfile
hollarán su tronco viario.

Viendo estos bellos ejemplos
de insectos, ciruelo y pájaros,
admirando esa armonía,
tan escasa en los humanos,

también di gracias a Dios
por mostrarme ese espectáculo
donde cada criatura
cumple, gustosa, SU encargo.