Condenadamente artesanales
fueron las huellas que dejé al quererte,
y el amor se murió de viejo,
de respirar cenizas,
de frecuentar engañado
las casas de los antibióticos.

No, no estoy donde amaba,
y al sentir la certeza
me mareo en la nada,
en las noches mutiladas.

No quiero luchar por amor,
quiero que venga de puntillas
y me tape los ojos por la espalda,
que me retorne,
que me susurre en estéreo
los enigmas de los círculos concéntricos,
cómo se hacen paralelos dos cuerpos,
que los haga sencillos como una rueda,
transparentes como dos manos entrelazadas.

Hace tanto tiempo que es agua,
que su luz es pantanosa y casi duda.

En un leve parpadeo
ya nada es igual,
el presente solo es un recuerdo,
ya no reconozco su voz,
ya de metralla limpio los días
y separo con dificultad
lo comestible de sus espinas.

Mírame,
en las horas impares
sostengo en mis manos faros
ciegos por intermitentes,
y en la simbiosis
envuelvo el tamaño del aire
que nos separa.
Yo sólo soy parte.
Tú eres el todo.

Quiero habitar incansable
la miel que derraman las ciencias volcánicas,
y nacer
cada vez que amo.

Estoy aquí,
ven,
voy,
nos encontraremos
mientras cavo mis versos.