De nuevo estoy frente a una historia ya contada: un conocido que acaba de irse. Es muy triste saber que no lo veremos de nuevo, que su vocecita tierna no vendrá a importunarnos. Tan joven era. Siempre nos da más pena que se marchen los más jóvenes.
Fue como suele suceder una muerte torpe. Alguien le disparó sin haberlo planeado, pues no era esa bala para él. Era más bien una guerra sin objetivos. Una carrera desesperada, una competencia vana cuyo meta podría ser alcanzado por todos sin menoscabo.
Describir a Toboe es fácil: muy joven, muy dulce, sin asomo de pretensión, con sólo un corazón inocente y puro listo para entregar a los demás. Siendo pequeño aún, emprendió el camino en plena transición adolescente, con inquietud y temor. Siempre había estado al abrigo de una anciana amable, por eso no supo que tan responsable era de su muerte.
Toboe-lobo por proteger a su ama acabó más pronto con ella, inocentemente no lo sabía.
Era como los pequeños que encuentran un arma en casa y juegan con ella: pueden herir a otros pero no se percatarán del daño. En su forma humana no había resto alguno de culpa, sólo sus ojos revelaban toda su tristeza contenida.
Cuando inició el viaje con los otros lobos estaba buscando la compañía y protección de los demás, eso convierte en absurda su muerte, porque su idea de alcanzar el paraíso era simple e ingenua, lo que no deja de ser encantador.
Toboe se fue, injusta y cruelmente. Todavía pienso en él como si siguiera con nosotros.
De todos los personajes que me han fascinado Toboe me ha parecido el más bello.
Adiós Toboe, espero corras entre los prados persiguiendo mariposas, feliz y alegre como eras.
Toboe-humano o Toboe-lobo, te extrañaré siempre.
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