P O N C H O C E L E S T E
El certero pistoletazo dio en el blanco, y el hombre se desplomó.
En ese segundo, mientras la vida se iba por la herida sangrante, una ráfaga de recuerdos pasó por su mente; los ojos, que ya no verían la luz de otro amanecer, se fueron cerrando lentamente. A su alrededor, taconear de botas, gritos, golpes de sables, galope de caballos enloquecidos, llanto de una mujer, algún disparo aislado y…el silencio.
Es en ese espacio de tiempo que va de la vida a la muerte, en esa pequeña rendija de luz y oscuridad, que él recuerda a sus padres Manuel José de la Valle y Cortés y María de las Mercedes Bordillo, sus hermanos, la casas en Buenos Aires y en Chile, su esmerada educación…la luz reverbera, el silencio se hace más denso. En su semisueño ve a San Martín con la ilusión de un ejército joven para una Patria nueva, ¡los granaderos!.. .No los acompañó en San Lorenzo, pero fue su bautismo de fuego la toma de Montevideo a las órdenes de Dorrego. A través de la estrecha rendija de luz y sombra ve su rostro ¡Dorrego! Una carga sobre su alma, que nunca lo dejó descansar en paz. Ni siquiera ahora que van a volver a verse, él puede justificar su proceder. No pudo cumplir con Angelita y las niñas… quiso, ¡pero no pudo! El rancho donde Manuel pasó su última noche ha sido la última estación de su peregrinar, antes de iniciar la huída hacia el norte con sus ciento setenta valientes.
Las sombras avanzan alrededor, pero él ve una estrella: María de los Dolores Correas, la mujer que eligió en Mendoza como suya y que lo siguió a Buenos Aires…ya no la volverá a ver. Lo sabe y lo acepta.
El es hombre de mil batallas, cuyo sable fue defensor de la unidad de América, enfrentando a las partidas federales. Huyendo, para salvar los suyos, para que no se repita otro Quebracho Herrado, donde fueron “vencidos, que mala suerte, rumbiaba ya su estrella hacia la muerte”
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Destellos de luz, su mente deriva por el Cruce de los Andes, la campaña de Ecuador con Bolívar al mando, las batallas de Riobamba y Pichincha, la guerra con Brasil y la fidelidad a sus ideas unitarias que lo llevaron a tomar decisiones terribles que lo acompañarían hasta su muerte.
El General Paz en el interior, él en Buenos Aires defendieron sus ideas, y hasta pactaron con federales. Fueron traicionados y Famaillá ha marcado el último hito de ese duro camino. “Poncho celeste, pena en el alma”, el sueño unitario está hundido en el mar de sangre que Rosas y sus mazorqueros han instaurado.
Damasita, ¿Dónde estás? ¿Me dispararon ellos, o lo has hecho tú? El fusilamiento de los tuyos fue una necesidad. ¿Es tu venganza quizás? Jugaste tu honra, para verme muerto…tal vez hayas tenido razón.
La chalina de vicuña está empapada en sangre, es la de un valiente que luchó hasta el fin y que ahora debe ser sacado de la casa, pues Oribe se acerca. Damasita, ojos azules, rubia y pálida, decide partir con la comitiva. Si fue cuartelera del hombre, ahora debe seguir, hasta la morada final, al héroe.
Sus soldados lo ponen sobre un tordillo, y tristemente comienzan a marchar, cada vez más al norte, ¡hay que llevar lejos al General!
Los hombres diezmados inician el camino del exilio.”Palomita blanca, vidalita, que cruzas los valles, avisale al mundo, vidalita, que ha muerto Lavalle”
Avanzan con el General en una petaca, el calor aplasta, el cadáver hiede. No quieren abandonarlo, no deben abandonarlo, por eso en plena Quebrada de Humahuaca, en el pueblo de Huacalera, deciden descarnarlo. Con profundo dolor, es su segundo el Coronel Danel, quien lo hace. Ponen sus huesos a secar al sol y un cóndor baja y arrebata un hueso del brazo derecho, ese brazo que sostuvo el sable en Nazca y que en el último ataque aún gritó ¡a las armas! es elevado al cielo como un trofeo, hacia las altura cordilleranas.
En un “tachito” ponen en ginebra el corazón del héroe para conservarlo, su asistente Celedonio Flores es quien lo lleva entre sus pertenencias como una reliquia, con los huesos en la petaca continúan el triste viaje, cada vez más diezmado el grupo doliente.
Llegan a Potosí, y en la catedral lo entierran, luego los soldados se dispersan, dejando a su jefe descansar ¿en paz?
Damasita ha seguido la caravana, ella dice que no puede volver a su casa después de haber sido amante del general, sin embargo a los pocos años amparada en la personalidad y los dineros de Billinghurst vuelve a Jujuy, olvidada ya de los hechos que la hicieron partir.
Extraño destino el de ese hombre culto, valiente, enamorado de María Dolores, que por ser fiel a un principio de unidad, debió enfrentarse con personas que estaban dentro de sus afectos, y soportó la traición, sin dejar por eso de creer en sus ideas, luchando hasta el fin.
Desde l858, fecha en que sus restos fueron traídos de Bolivia, descansan en La Recoleta, muy cerca de la tumba de Manuel Dorrego. Tal vez el “acto de profunda expiación, rodeando de respeto a la viuda y las hijas del Coronel Dorrego” que Lavalle prometiera sobre su espada y su valor de hombre, el cual no pudo realizarlo en vida, lo haya hecho desde esa línea que divide la luz y la sombra , y que él cruzó para llegar a la inmortalidad.
* Esta historia recrea los últimos instantes del general Juan Galo de Lavalle, que en siglo XIX comandó las fuerzas unitarias en este país. Su asesinato se atribuyó a fuerzas opositoras, o a su amante Damasia Boero. Los datos y hechos son Históricos.
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