LOS BENDITOS CHEQUES
Javier es un vendedor a domicilio de lámparas para el hogar y le tocó en una oportunidad uno de esos días en los que no se logra vender nada.
Con una necesidad suprema de dinero, que lo presionaba con más intensidad que en otras ocasiones, se propuso extremar sus conocimientos de ventas en la última casa que visitaría, pero desde un primer momento se interpuso una negativa rotunda por parte del cliente y Javier viendo su causa perdida, apeló a su ultimo recurso.
-¡Páguemela como sea y es suya!-le dijo al cliente casi suplicante y éste se motivó y le compró una lámpara, pero le ofreció pagarle con un cheque.
Para Javier esta no era una buena idea, porque jamás había recibido un pago que no fuera en efectivo y nunca había asistido a un banco, sin embargo recordó la necesidad apremiante que tenía y pensó que peor era nada y aceptó el trato.
Salió disparado para el banco más cercano y por ser muy tarde no logró su cometido.
Al día siguiente regresó de nuevo a la entidad bancaria muy temprano, pero tuvo que esperar casi hora y media para entrar, porque estaba cerrado. Al abrir sus puertas, Javier entró dispuesto a cobrar su cheque; tomó su ticket para certificar su presencia y se acomodó a esperar por la llamada electrónica, mientras tanto comenzó a explorar los rostros de los demás clientes cuya afluencia era cada vez mayor.
Se fijó en el sujeto desprevenido que esperaba con desenfado y no le inspiraba confianza.
Al vivito que trataba de cobrar sin esperar su turno.
Al anciano que venía acompañado de algún pariente Jadeando por el esfuerzo.
Al empresario con chequera en mano tratando de ganar tiempo.
Al motorizado que iba directo a la taquilla y dejaba su encomienda al cajero porque ya lo conocían.
Al vigilante privado a quien imaginaba enfrentando a un grupo de locos encapuchados que van a atracar al banco.
Al gerente del banco, quien levantaba de vez en cuando su mirada para echar un vistazo a través de su oficina y comprobar si todo andaba bien.
A la chica con espectacular cuerpo que derrochando sensualidad, atraía todas las miradas incluso la mía.
A las dos amigas cotorreras que no cesaban de hablar de todo el mundo.
A los vejucones que estaban enfrascados en una agria discusión sobre política y acciones del gobierno.
Al amargado que le habían devuelto un cheque y salió echando sapos y culebras por su bocota.
Se detuvo allí y comenzó a sudar frío y a imaginar su reacción si el cheque que él llevaba en su mano para hacerlo efectivo, podría rebotar.
Su boca se quedó sin saliva y trató de borrar de su cerebro aquella extravagante posibilidad, pero parece mentira, con más ahínco se le aferró la idea.
Se levantó del asiento y nerviosamente caminó de un lado para otro para disimular su angustia y ansiedad.
Hizo correr más rápido con su imaginación el indicador electrónico y cuando por fin se proyectó su número, salió apresurado hacía la taquilla.
Nerviosamente le entregó más arrugado que pañuelo de viejo, el cheque al cajero y éste le echó una mirada por encima de sus ajustados lentes y enderezó los pliegos arrugados del mismo con sus manos.
Al completar el planchado le exigió su cédula de identidad.
Se jorungó en su cartera su manipulado documento y se lo entregó con celeridad al adiestrado cajero; éste comenzó a tecletear en su maquina con gran rapidez, mientras Javier aparentemente calmado, esperó pacientemente su pago.
De pronto notó con disimulo que el cajero lo miraba a él y luego miraba el cheque como retratándolo mentalmente y le otorgó un ticket con una numeración.
-Sr., espere por allí que nosotros lo llamaremos más adelante.
-¿Por qué, Hay algún problema?-Preguntó nervioso
-No, solo que tenemos que verificar la cuenta-le comentó el cajero con naturalidad lo cuál le transmitió cierta tranquilidad y sosiego.
El sudor corría por su cuerpo a una velocidad pasmosa a pesar de recibir las ráfagas de frío que se descargan en dichas entidades bancarias.
Ya le empezaban a temblar las piernas cuando por fin lo llamaron para hacerle efectivo el cheque y comenzaron a contarles los billetes.
Siguió con la vista cada diestro movimiento que el cajero ejecutaba.
Recibió sus billetes y dijo trémulamente:
-¡Gracias!
Al Salir del banco respiró con alivio mientras susurraba para sus adentros:
-¡Como se sufre al cobrar un cheque por primera vez!
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