Muy bien. ¡Ya estoy arto!

¿De qué estoy arto?

Me encuentro furioso por no poder confesarte todo oculto sentimiento que tengo por ti cada momento que vas frente a mi paso, cada segundo que te veo pensando, cada vez que te veo sonriendo y cada que veo tu bella mirada hacia ningún lado.

Tengo que confesarte mi inevitable emoción y excitación sin algún motivo en forma exagerada cuando escucho tu voz o al sentir vuestro cuerpo rozar accidentalmente mi brazo y al sentir tus ojos sobre mi alma o al ver la silueta de tu cuerpo con porte de reina al caminar.

Estoy arto de que seas objeto de lujuria y deseo de aquellos “galanes” que con experiencia podrían despurificar tu cuerpo con el más hipócrita y falso motivo con tal de sentir tu belleza como carne cualquiera para cualquier indigno perro.

Estoy arto que seas objeto de envidias y de odio de aquellas “princesas” que por culpa propia podrían ser cambiadas por la mujer que tú eres, que con belleza y humildad, cosa que ellas no tendrán; única entre diosas; tú hecha de oro y ellas de piedra.

Estoy arto que seas eso y más porque sé que eres mujer de sueños, ángel caído y diosa de nicho de amor; trofeo para muchos, enemigo para otras, inspiración de pocos, pero para este pésimo escritor eres un sueño real, una virgen celestial, diosa en tierra, inspiración perfecta.

Irónicamente, aunque no sea la palabra correcta, sé que no me estás mirando a pesar de todo lo que escribo, sé que no te interesa dado a que no estoy a tu altura pues, tú eres dama perfecta y yo una simple criatura que tan solamente ha perdido por ti su cordura.

Talvez no deba decirlo y aún no me atrevo a hacerlo por miedo a tu rechazo, prefiero esto callarlo antes de tenerte sin tan si quiera tenerte, te confieso que he estado a tu lado sintiendo y amando sin importar que tan solo lo haya soñado.

Tengo que confesar que mis sueños hasta par mí son extraños; no contienen el erotismo común que con muchas he soñado; sueño que jugamos en el pasto, inocentemente cantamos y nos abrazamos, con la inocencia de los niños que fuimos hace años.

De acuerdo. Lo arruiné todo.

¿Por qué lo he arruinado?

Me salí del contexto –si es que lo tuvo-, se que esto no tiene sentido, lo sé y lo acepto, pero, ¿qué puedo hacer? Te quiero, me gustas y muy bien lo sabes; no debo decírtelo, es un secreto, pero, ¿qué más da si a ti mi insignificante escritura en verdad no te importa?

Al final de cuentas, con este “texto” te digo y confieso lo que no debes saber, sé que no lleva ni versos ni rimas, pero lo tenía que decir pues no soportaba más esto ocultar, ni hacerlo vale la pena; como quiera que sea, algún día lo iba a confesar.

Esta fue mi confesión de amor sin ton ni sonia, sin verso, prosa o estrofa, sin circo ni maroma, sin líneas correctas, un insignificante escrito de corazón abierto para que al final del cuento tan sólo diga esto: “Me gustas, te quiero; a tu lado estar yo deseo”.