Extraño, no
Extraño esos días en que un ómnibus nos llevaba a lugar ninguno, cuando el asiento era uno y la compañía lo era todo.
Extraño esas cartas que me escribías en cualquier papel, en un boleto, una servilleta, palabras dulces plasmadas en mi memoria.
Extraño cuando sólo eramos tú y yo llenando los días y noches de ese amor nuevo.
Extraño esos días sin deudas ni cuentas.
Extraño cuando sólo me quitaba el sueño algún examen, o el enojo de mis padres por algo malo que hice.
Extraño esos días en que nada parecía muy importante, salvo las notas escolares y la fiesta del sábado.
Me extraño en aquellas fiestas colegiales, sorteando los dolores musculares por bailar la noche entera y aquellas mil manos que rogaban por un baile.
Extraño esos días en que la enfermedad ni el dolor ni siquiera asomaba las ventanas, sólo se paseaba allá afuera, felizmente lejos.
Extraño los paseos a la playa con todos, mi infancia plagada de alegrías y cuentos incompletos contados por mamá adormilada en medio de la noche, en mi casa en Jesús María.
Extraño cuando los días no eran la rutina de hoy, la misma hora, las mismas caras, los momentos repetidos, el sentir que los demás hacen mi vida, que la mía transcurre atrapada en el ir y venir de los días.
......
No extraño en cambio, mi vientre ignorante del latir de otra vida madurando en mi cuerpo, ni el calor de unas manitas acariciando mi espalda, al darle el único y primer alimento de vida.
No extraño, tampoco, los días en que no conocía las lindas caritas de mis niñas, fusión auténtica del nosotros.
No extraño el desconocer que el amor de esas personitas es incondicional, intenso, eterno.
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No extraño, tampoco esas interminables despedidas de enamorados, acompañadas sólo por el frío de las rejas de mi casa... prefiero el tenerte aquí conmigo, cada día, cada noche.
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