Él recordaba que antes, a los catorce o quince años, era más difícil obtener respuestas claras a la clásica pregunta: ¿Qué quieres ser cuando seas mayor?
Hugo contestó: Yo, relaciones internacionales. Vocalista en una banda, dijo Moravia. Pues yo cirquero, y explicó que no de un circo cualquiera sino del Cirque du Soleil. Hugo, Moravia y Esteban tienen quince años recién cumplidos, están empezando el bachillerato y van a la misma escuela, una escuela de las mejores, de tradición republicana. Los tres se quedaron tan frescos después de haber contestado, pero no él, que les había preguntado y esperado otras respuestas. Sobre todo no podía asimilar lo de Esteban, un muchacho que destacaba en el colegio por su buen comportamiento, mejor actitud y estupendas calificaciones. Quiso saber más y le preguntó: ¿Cirquero? ¿Por qué? Le contestó: Siempre me ha gustado esa carrera, desde chico. No sabía que era una carrera, dijo él. Aquí no, pero en Cuba, en Canadá, en Francia, y creo que en otros países, es una carrera como otra cualquiera, con sus especialidades. ¿Y qué especialidad es la que te gusta? Acrobacia de piso, contestó Esteban; pero eso será después del bachillerato y de aprobar todas y cada una de las asignaturas de la carrera: trapecismo, payaso, malabarista, actuación, contorsionismo y otras materias que aquí se dan por separado pero no integradas en una carrera completa; iré a estudiarla a Cuba, resulta más barata; después del primer año trabajaré y me pagaré el resto, no quiero que mis papás sigan gastando en mí.
Él tomaba café, leía una novela corta: “Los muertos vivientes”, literatura infantil. Ella llegó a buscarlo y le preguntó: ¿Piensas concursar? Si encuentro el tema, contestó él. Entonces se acercó Paula que buscaba a Moravia y él aprovechó para preguntarle: ¿Qué tipo de literatura te gusta más? No lo sé, respondió Paula. ¿Qué es lo último que has leído? Algo del Marqués de Sade. ¡¿Del Marqués de Sade?! ¿Quién te lo recomendó? Un compañero de mi clase. ¿Y, te gusta Sade? La teoría sí, pero no la práctica. Ya veo, dijo él, y le dirigió una mirada intencionada a ella, al tiempo que le decía en presencia de Paula de catorce años, que seguía allí esperando a Moravia: Escribiré algo sobre los orgasmos de las vírgenes. Mejor sobre los poliorgasmos, dijo Paula, que se rió sin ninguna intención.
Ya había aparecido Moravia y se había ido con Paula. Ella le preguntó: ¿De qué trata el concurso? Es la 28 Edición del Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor, novela para niños que fomente el gusto por la lectura y transmita, con calidad literaria, unos valores humanos, sociales, culturales o religiosos que ayuden a construir un mundo digno. Mínimo 40 páginas a doble espacio. Un premio único de 100 000 euros. ¡Oye! No está mal, dijo ella. No, no está mal, pero qué escribo; una novela para niños… ¿para ti, qué son niños? Pues hasta nueve años. ¿Hasta nueve o hasta doce? La verdad no lo sé. Ni yo. Ella pagó el café y lo dos se fueron muy confundidos. Por la noche, después de recordar a Sade, le dijo ella: Tal vez sólo se fijen en la calidad literaria. Tal vez, dijo él. Y los dos durmieron bien. |