Bajo el agua fría del lago
siguen girando las sombras.
El Duque de la noche arrolla
entre sus dedos negros
una voz lejana de una sombra
arrogante y cansada.

Una tiniebla cruel
cubre el silencio con su misterio.
El frío humo de la noche
lo envuelve entre sus manos.
Y ahí, entre los pinos
una mirada opaca parpadea y se pierde,
los ojos se cierran y la lechuza llama
a los ecos, en silencio,
para que lleguen.

Los grillos ya callaron,
ahora sólo se escuchan
los pasos invisibles del duelo.
Las hojas secas se rompen
y la noche sigue hasta la muerte.

Un grito estrangulado se estremece
desgarrando la noche
y sólo queda el silencio roto
del agua
y de la luna fría que borda sueños quebrantes
y los tiñe en los ojos cansados
de sus amantes.


© Natalie Najshomov, junio de 2005.