Ese día los tenues rayos del sol que se colaban por su ventana la despertaron, abrió sus ojos, observó alrededor, escuchó el “beep” del celular, lo tomó entre sus manos, leyó el recordatorio que confirmaban que era el gran día.
Rápidamente se levantó de su cama, se arregló para salir, en el camino compró unas flores, miró la hora, faltaban pocos minutos para volverlo a ver… condujo a gran velocidad, no aguantaba más, sentía que su corazón se iba a salir… por fin llegó.
Hola mi amor, nuevamente estoy aquí, que lindo estás, ¿qué vamos a hacer hoy?, quieres que leamos un rato o prefieres que te cuente lo que ha pasado… Anoche el DIM ganó el partido, mi mamá viene el domingo, Lorena te envía un beso…. Me encanta hablar contigo, que me escuches atentamente, es tan agradable sentir tu aroma, tocar tu piel, acariciarte, observarte… Vuelvo en un momento, tengo que hacer una llamada, no tardo.
- Señora, por favor venga pronto.
- ¿Ocurrió algo malo?
- Sabíamos que esto pasaría.
- No, no es posible, yo lo acabo de ver, él estaba bien.
- En su estado era muy difícil determinar eso.
Ahora, sentada junto a la ventana de su habitación recuerda cada momento a su lado, las risas, los besos, los abrazos, las disputas por ser el que mas dijera “te amo”. Todo junto a él había sido maravilloso, absolutamente todo, hasta estos últimos tres años, las visitas diarias al hospital, las interminables horas en que lo observaba sobre su cama, con sus ojitos cerrados, con todos esos aparatos rodeándolo, con el anhelo de volver a escucharlo… con la esperanza de que algún día despertaría.
Todo había acabado, ya nada tenía sentido. Se levantó, abrió su ventana y se lanzó, sintiendo el aire en su rostro, en esa fracción de segundos decidió abrir sus ojos y lo vio, allí con sus brazos extendidos aguardando por ella.
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