Mientras unos piensan si existen distintos niveles de percepción, otros lo viven en carne propia y aunque ustedes no lo crean eso me ocurrió ese lunes a las nueve de la mañana. Me tocó abrir el comercio de la familia, una librería. Tarea pesada para quien como yo, no está acostumbrado a “madrugar”. Con los ojos aún entrecerrados introduje la llave en el agujero de la cerradura, di dos vueltas, giré el picaporte, apagué la alarma y adentro. Mientras caminaba por el estrecho pasillo entre mesas y estantes, de pronto sentí un: - Buen día señor librero. Sorprendido di media vuelta pues sospechaba que el sonido provenía de la segunda mesa, esa de los bordes en madera pintados de rojo oxido. Miré arriba, abajo, a los costados y nada; sólo libros y más libros, esos viejos conocidos literatos rusos, Tolstoi, Dostoieski, Gogol, Chejov, Gorki, Puskhin.
Me dije, seguro fue una suposición mía, sólo noté abierto “El Jugador” del gran Fedor Dostoieski. Continué en mi caminar rumbo a la caja registradora, lugar donde normalmente dejó las llaves y candados, cuando escuché nuevas palabras provenir del mismo sector algo así como: - Con la excusa de que escribís una novela ¡Esa ruleta y el póquer te quitan toda la plata, tené cuidado de volver a jugar! Desesperado pregunté en voz alta ¿dónde estás? nadie respondió; entonces examine minuciosamente el lugar. Pensé: estos deben ser José Luis, Santiago o quizás Eduardo, asiduos jugadores que están escondidos y me hacen una broma de mal gusto. Pero no, no vi a nadie, sólo ese libro abierto. Lo miré bien y lo cerré: por las dudas lo coloqué bien tapado por otros libros a lo último de la fila. Transcurrió un día tranquilo, nuevos clientes, buenas ventas entre ellas el supuesto libro que me habló.
Martes por la mañana, me tocara abrir toda la semana; la infatigable Karina sigue en su recorrida por Misiones. De nuevo la rutina de traspasar ese estrecho pasillo esquivando revistas y libros, fue entonces que comenzó el misterio cuando oí claramente: ¡Buen día gordito...! Miré para la puerta, pensé en el petiso que siempre pasa a la mañana y saluda, pero no había nadie, además, el sonido provenía de la derecha y de la parte superior, donde sólo hay estanterías, y en especial vi desordenados los libros de regímenes alimentarios del Doctor Cormillon. Por mirarlos tropecé con un pilón de revista, trastabillé y casi me caí. Además, no es para tanto, ¡sólo cargo tres o cuatro kilos de más! Llegué a la caja registradora de nuevo sentí esa voz grave: ¡Todos los días decís lo mismo y nunca empezas el régimen y la gimnasia! Volví sobre mis pasos y tomé ese libro: “Vive una vida plena” autor Cormillon y lo escondí detrás de todos. Por la tarde vino una señora bastante obesa y me pidió que le recomendara un libro de regímenes, le enseñé él que había hablado, diciéndole que el Doctor Cormillon era una eminencia y lo compró de inmediato. Día de muy buenas ventas y recaudación pero de trabajo demasiado agotador para una persona sola.
El miércoles amaneció con el cielo nublado y tuve problemas con el auto, llegué con lo justo para abrir, apenas un minuto de atraso. De nuevo la rutina diaria y al pasar entre los estantes apurado sentí esa voz: ¡Cómprate un automóvil nuevo! Pensé, porque me tiene que pasar esto a mi. Ahora la voz venia de la parte mas alta de la estantería, la misma de ayer, la que esta a la derecha. Allí justamente estaban todos los libros de mecánica de autos. Los miraba con ganas de decir: ustedes solo ven mis pequeños defectos; pero seguí con la rutina diaria. Pasado unos momentos sentí un coro de voces. Cómprate un Ford Fiesta. Mejor cómprate un Reanult laguna; y por último tal cual una publicidad de la televisión “Lo mejor es Chevrolet Corsa”.
Resultó un día muy particular en ventas, vinieron varios mecánicos algunos con sucios mamelucos y vendí la mayoría de los libros de reparación de automóviles, entre ellos los tres parlanchines.
Llegó la mañana del jueves, medio agotado por las extensas jornadas laborales, mal dormido por mirar películas en la video, entrar en Internet y acostarme llegada la madrugada. Llegué hasta la caja y ¡Oh maravillas! no me hablaba ningún libro. Llamé por teléfono a Marcelo, el cafetero, pedí un café bien cargado para despertarme por completo. Las mañanas hasta alrededor de las doce eran bastante tranquilas en la librería, los clientes entraban espaciados, me encontraba haciendo algunas anotaciones, cuando lo que pensé que ya no ocurriría, ocurrió...esta vez la voz la escuché detrás mío: - debes serenar tu animo y buscar tu camino. Sentí caer de la estantería que estaba detrás un libro y fui a levantarlo, era el Camino a la Felicidad de Jorge Bucay, lo puse en el estante y seguí con mis tareas, de nuevo una voz con acento portugués ahora decía: busca el Camino de Santiago y hallaras la felicidad. Oí nuevamente caer un libro por ese sector, de nuevo agacharme para levantarlo y llevarlo al estante, era El Peregrino de Coelho. Dije basta. Me fui a la parte delantera del local a arreglar otras estanterías, y desde allí vi caer un libro de Osho, que gritaba: el verdadero camino eres tu, no busques intermediarios. Ya no me moleste en ir a levantarlo, lo patee debajo de una mesa. Luego empezó a entrar gente a comprar como si se regalaran los libros de autoayuda, la primera, una señora vestida elegantemente adquirió los nueve libros de Bucay, cuestión que a media tarde se agotaron todos los libros de Bucay , Osho y Coelho. Hasta logré vender un ejemplar de mi autoría, “Médano Blanco”.
El viernes no debí madrugar pues resulto ser feriado, menos mal, me salve de esos libros que hablan. Quedaba un solo día y volvería a mi vieja rutina de llegar entre las doce y doce y media del día.
Por fin llegó el sábado, último día laboral de la que me parecía una larga y extenuada semana. Estaba dedicado a ordenar todas las estanterías y descubrí que la mayoría de los autores argentinos estaban tapados por libros de novedades, los famosos best seller. En cuanto los dejé mirando al salón de la librería, comenzó una polémica discusión apoteótica que jamás olvidaré.
Del sector de Rodolfo Walsh, donde habitaba Operación Masacre, y ¿Quién mató a Rosendo? se oyó decir: todos ustedes en una época u otra escaparon de Argentina sin mirar atrás como ratas por tirante. Al ruedo lanzaba esa acusación irritante, atacando uno a uno no dejando escritor con cabeza.
Vos Cortazar te “escapaste” a pasar la buena vida de Francia. Y vos Soriano estabas con él allí. Saer eres la reivindicación de los exiliados Franceses.
Del otro lado le respondían si en Argentina no tenías trabajo y te perseguían los mílicos, en cambio aquí nadie te perseguía, te daban la importancia que merecías y alguna cátedra para enseñar literatura latinoamericana seguro conseguías. Además, si algo les pasó a Haroldo y a vos es porque estuvieron visitando a Fidel en Cuba.
- Y qué, acaso estás de acuerdo con el prolongado bloqueo norteamericano a Cuba - replicaba Walsh...
- Ay Bayer, vos fuiste un exiliado VIP, a tu anarquismo te lo llevaste al primer mundo, Alemania...
- En Argentina la triple A me persiguió sin tregua ni cuartel por haber escrito la Patagonia Rebelde y amenazó de muerte a toda mi familia.
- Por algo será... Comprendo, comprendo tu cobardía, en cambio por mis principios yo le envié la carta abierta a la Junta Militar, así mueren los grandes idealistas patriotas...
- Qué humildad, no me hagas reír.- le respondió Piglia desde México, - encima como le vendían trigo a Rusia a los comunista ni los tocaron... Los exiliados y los que se quedaron discutían, ante mi sorpresa.
Soriano, Walhs, Conti, Sabato, Bayer, Saer, Cortazar. Mira que ustedes los peronistas mandaron de inspector de feria al don Jorge Luis “zar” Borges...
Sólo faltaron Galasso y Rivera, pero esos discuten en la revista Sudestada. No quise escuchar más, parecía la eterna discusión y el pase de factura de la Argentina de todos los días...de nuevo los tapé con los best seller y a guardar silencio, los libros respondían a sus mandos naturales, que eran los estantes.
El lunes cuando regresó Karina le conté todo lo ocurrido con lujos de detalles. Sorprendida, primero agrando sus ojos y oídos. Pero lo que mas llamó mi atención fue su ultima afirmación. ¡Vos te fumaste algo la semana pasada papá...!
Bastian Carlomagno
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