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"Mención de Honor en Narrativa" por el cuento "La Caracola" en el concurso internacional Colores en Tiempos Literarios, año 2005, Córdoba, Argentina.

LA CARACOLA



Cuando era niña y me portaba mal, o desobedecía, me amenazaban con el “Facotei Cotei”... (El Hombre del Saco, que se llevaba en su saco a los niños desobedientes). En la práctica era un botellero, cuyo grito característico de “compro botellas” u otra cosa, sonaba así, lastimeramente... “¡Facoteeiii-coteeeiii...!”
Le tenía pavor, y mendigo o mendiga que veía, me hacía subir las pulsaciones cardíacas, saturar mi sangre de adrenalina y abrir los ojos como platos.
Estaba la Caracola, también, (una borracha indecente que se levantaba la falda y mostraba los calzones en la plaza mientras cantaba una cumbia de moda).
La “Loca”, enérgica, imprevisible y ágil, que abofeteaba a las parejas en la calle, gritándoles a todos; nos perseguía y nos acorralaba en el borde de un pozo, apedrándonos, mientras nos insultaba...
Después apareció “el Descoti”, peludo y greñudo, que se instaló por varias semanas en nuestro barrio, cuya presencia me causaba pánico y me dejaba sin dormir la noche entera por el horror que tenía de que entrara a nuestra casa... En fin, innumerables personajes, linyeras y vagabundos, que traumatizaron toda mi infancia.
Esos, mis recuerdos de niñez en Valparaíso, mezclados con esa bruma y ese olor a mar característicos...
Pero, ahora, acá, en esta antigua y tradicional confitería “El Molino”, frente al Congreso y a la Plaza del Congreso, en este Buenos Aires que muestra su noctámbula apariencia mientras se desploma un tango dramático y pasan unas extrañas parejas, sombras en la noche, apagándose más a medida que abandonan las luces tenues; garúa, parpadea por unos instantes un relámpago y retumba un trueno a lo lejos, y a las sombras de gentes se las traga la noche.
No quiero salir de acá. Afuera hace frío. No quiero volver a ese hotel barato. Mañana hay que ir a trabajar, se acaba el fin de semana... Saboreo mi café con medialunas y un grato vaho me envuelve la cara. No quiero ir... No quiero salir... La humedad tóxica de Buenos Aires mata. No hay refugio contra ella ni contra las cucarachas...
Pago y me voy.
Cruzo Callao, llego a la plaza. Nada más pisarla, siento que las piernas me pesan, que no puedo despegar los pies de las baldosas húmedas, pegajosas... Miro hacia arriba. Todo está oscuro. Hay una que otra luz en alguna ventana. El Congreso está apagado (estrategia de guerra: estamos viviendo la etapa “Malvinas”)...
Siento un escalofrío que me recorre el espinazo en tanto intento atravesar la plaza en diagonal. Volteo y veo una sombra que se escabulle entre los arbustos. Sin saber cómo ni por qué, voy derecho hacia allá... Y veo, entre el pasto y los arbustos, una sombra que, ahora, tiene volumen y es de carne... Y me acerco y veo bien; es una Caracola, gimiendo en el suelo, entre las sombras y la humedad, dándose vueltas sobre sí...
Me sigo aproximando... Peligrosamente cerca... ¡Cómo una araña gigante me atrapa! Me agarra muy fuerte, primero mis ropas, el impermeable, luego mis brazos. Luego me atrae hacia sí con sus brazos cortos y gordos, desesperadamente, ansiosamente... Me aprisiona, me saca vida, me asfixia... Y creo que pierdo el conocimiento.
Despierto mojada, pesada, adolorida; un reumatismo atroz me aguijonea los huesos, las articulaciones; toso y expectoro una pasta verde, negra, musgosa... Aparto el resto baboso de mi boca con el dorso de la mano, y descubro que es vieja y gorda, arrugada, con artritis desarrollada, instalada, mía, dolorosa... Estoy vestida de negro, llena de harapos ubicados de cualquier forma sobre mi cuerpo rechoncho, deforme; ruedo sobre mi vientre, un bombo lleno de grasa y líquido... Me giro, comprendo que dormí sobre el pasto en la Plaza del Congreso, que amanezco con el sol brillando sobre mi cara hinchada y comienza a levantarse la humedad en forma de vaho desde el piso.
Entiendo que estoy echada en el suelo y que la gente pasa y me mira con recelo...
Soy una “Caracola”... Una vagabunda, una mendiga pobre y enferma que durmió a la intemperie bajo la lluvia en la Plaza del Congreso...
Buenos Aires comienza a vibrar con los bocinazos tempraneros...
María Luisa Landman R.

Texto agregado el 19-06-2005, y leído por 885 visitantes. (20 votos)


Lectores Opinan
19-11-2005 tardé en leerlo, muy buen texto, merecida mención, mil estrellas para tí. diandra
31-08-2005 También primera vez que te leo, y quedé impresionada, me llevaste de la mano por las angustias, las sombras de la noche, lo extraño de la vida. Muy bueno y triste a la vez. ***** tu_risa
22-08-2005 Felicitaciones, mención muy merecida Besos india
21-08-2005 Es la primera vez que te leo. No sabía lo de la mención de Honor, pero creo que no ha hecho falta que lo supiera, puesto que en nada hubiera variado mi dictamen de que es un cuento mágico y envolvente. Me metí dentro de él. Un saludo y*s josef
21-08-2005 es la primera vez que te leo. No sabía lo de la "mención de honor" de este cuento y creo que se josef
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