He estado en los cielos, he estado en la nada, la verdad no recuerdo. Anochece y los ciudadanos buscan refugio para protegerse del frío y del viento. Ya la máquina que tengo a mi izquierda empieza a vomitar millones de faxes. Bastante infantiles, por cierto. Han pasado tantos años y mi trono ya está más que bautizado por mi enorme trasero, así que nadie puede osar a sentarse aquí. A mi derecha hay un hombre maloliente, parece un hippie. Hace unos años atrás acostumbraba a bailar rock and roll y a fumar marihuana. Ahora tan sólo hace lo último y reconozco que me aburre. Sus pelos se asemejan a los míos, en aquellos tiempos en que me dió por crear mundos y estrellas. Pero mi planeta, el planeta tierra, aquel ínfimo e inubicable en mi mapa, es el que que me importa. Es pequeño y por lo tanto fácil es dominar sus mentes y angustiarlos con las misteriosas miradas de los demás planetas y cómo no de mi amiga luna. Encandecerlos con el fulminante sol. Yo soy aquel mundo, y de mí dependen sus vidas, de mí depende su suerte, sus penas. Ellos están hechos a mi imagen y semejanza, por lo tanto son tan hermosos como yo. Se ha originado una guerra y es por mi nombre. Son tan tontos los hombres, aquel planeta indecente sólo yo lo he creado y no saben que he creado miles de dimensiones más. Hoy tengo ganas de espiar a algun mortal, creo que alcanzo a divisar a una bella mujer. Mis manos se escabullen entre las nubes y las separan para así apreciarla mejor. Tiene los cabellos largos y una mirada cándida y luminosa. Pienso que su celestialidad combinaría muy bien con la rodea a mi trono, ya que la virgen también se me ha emancipado. Está con un hombre y se ve que se aman. Pero el amor no existe, aquella es una palabra que reemplaza a mi nombre..."Dios es amor"...¡Yo no soy amor! ¡Yo soy poder! ¡Yo los creé y estos se atreven a compararme con una palabra tan humana como ellos! Todo se les ha dado tan fácil pero no comprenden, siento que sus mentes se ramifican, me pierdo y desvanezco... Les he arrojado una tablilla acerca de lo que deben y no deben hacer a los muy cómodos. Pero sin embargo inventan sus propios códigos. Nadie ha llegado hasta acá, nadie durante estos miles de años desde que les dije de qué manera debían desenvolverse en sus insignificantes vidas. Estoy sólo en mi trono, mi cabello es tan blanco como las nubes que permanecen bajo mis pies. Además mi barriga crece. Tengo muchas moradas cerca mío; árboles y un gran sol en una esquina. Aquí siempre es de día. Instalé unos juegos para que los niños jueguen allí y no se aburran de la eternidad ni me tiren la barba. Pero sin embargo nadie juega allí. Eternamente solo. Proseguiré con aquella linda muchacha. Ella es simplemente bella. Lamentablemente mis órganos sexuales no están activados. Pero todavía puedo expectarme de mis propias creaciones. Se me ha caído el cetro y no alcanzo a recogerlo. Pero no importa, ella merece estar aquí. Acaso logrará superar las pruebas (mis hijos nunca se librarán de ellas). ¿Por qué las hice tan difíciles? Por culpa de ellas estoy tan solo. Me pregunto cómo será la vida de Lucifer. Ay Lucifer, aquel rebelde querubín, de aquellos a quien acostumbraba a patear en mis momentos de despesperación. Me pregunto también, cómo es que los demás no han osado a abandonarme, siguen ahí abajo, decorando mi imagen. Cansado estoy de vivir tanto, de comer y de estar tanto tiempo sentado. A veces me paro para ventilarme e ir a pedorrearme por entre los árboles, en donde nadie se de cuenta...aunque con o sin árboles, tampoco se darían cuenta. Pero qué escena tan patética y desoladora es la que protagonizo, ya me cansé de vivir, no quiero seguir viviendo. Malditos humanos, no saben que cuando mueran nada más pasará luego de ello. Y descanzarán por siempre, por los siglos de los siglos. Amén. |