Una figura enjuta aguarda en su asiento, el lugar esta levemente iluminado y huele a humedad. No hay nadie mas en la pequeña habitación.
Sus pies nadan en unas desgastadas chanclas de color indefinido al igual que su ropa. Unas manos huesudas cubiertas de un oscuro pellejo se aferran a un arrugado bolso.

Ya no recuerda desde cuando se encuentra allí, esperando... con los ojillos negros fijos en la puerta que la enfrentara a su destino.
Los de su estirpe están obligados a acatar las órdenes de sus respectivos amos y el suyo tiene un cruel pasatiempo.
Tres son las alternativas que le esperan: Muerte rápida e indolora, libertad incierta, la tercera es tan terrible que nadie jamás ha hablado de ella, nadie tampoco sabe en que consiste, solo se comenta que la muerte es preferible a enfrentarla.
Saca unas fotos sueltas del bolso, tratando de no pensar en la espera y
el vacío. Casi ha olvidado el mundo que existe fuera de esas cuatro paredes.
Intenta evocar su infancia cuando aun era libre, los nombres que deberían acompañar los rostros que le sonríen desde los papeles amarillentos que sostiene en su mano. Pero las voces y los aromas son vagos, borrosos. Ha pasado tanto tiempo que ya no esta segura que aquellos sean sus recuerdos o una simple ilusión creada por su mente para no sentirse tan sola.
Sus ojos cansados pasan de los rostros desconocidos a la puerta.
Esperando... esperando...