Anoche, al poder encontrarte gracias a la casualidad que casi nunca se pone de nuestra parte, te miré. Rompiendo el miedo y la distancia, me animé a dejar salir lo que pasara y a tu encuentro me lancé, presto y sigiloso para besarte nuevamente, destruí mis temores de verte a la cara después de tanto tiempo de no tener noticias tuyas, y en tu abrazo sentí que me extrañabas.
Platicamos largo rato y hasta tu casa llegamos, llovía un poco y recordé tantas cosas que juntos pasamos, que de nuevo me impregné de esas ganas de besarte que creí haber perdido, recibí mi escarmiento por ser tan egoísta y pedirte infantilmente tanto, y lo entendí, pero no pude pedirte lo que siempre supe debía decirte, callado me quedé ante tu dulce mirada regañona.
La gente pasaba y tus conocidos te saludaban al encontrarte con un extraño, como yo. Nada me importaba, ni mi osadía de haberte alcanzado, ni los reclamos que sé vendrían tras mi demorada vuelta a casa, estabas ahí parada y abrazada conmigo bajo la lluvia, después de tanto escribirte, después de tanto extrañarte, después de tanto adorarte.
Nunca me fui, nunca olvidé nuestras palabras, nunca te dejé, pero al despertar supe también que nunca fui por tu encuentro y nunca tan osado caminé hasta tus brazos, nunca tan triste estuve pensando en ti, porque hoy en esta realidad que rueda en forma de amor que resbala por esta mejilla que un día besaste, supe fue un lindo sueño pero hasta ahí, ahora solo me pregunto sin ti… ¿Qué pasará cuando ocurra?
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