La vela marca el tiempo.
Tan suave su luz, como su piel.
Sus ojos iluminan aún mas nuestro amor.
Nuestras lenguas bailan juntas el blues del lugar.
Nuestras manos,
¿cuándo no?,
hablan su propio idioma.
Nuestros cuerpos quieren explotar.
Las palabras quedan chicas.
Ella se abalanza sobre mis piernas.
Todo es perfecto. Ella es todo.
No hace falta más.
El baño la llama.
Apuro mi copa de vino.
Afuera llueve.
Regresa, sonríe.
Bebe un poco.
Me mira y no miente.
Una porción de alma,
cae de sus ojos.
Abraza mi cuello,
mi cuerpo todo.
Sus brazos se hacen más largos.
Deseo tener más manos.
Pero la estrella fugaz no pasa,
o sí, pero está nublado.
La música muda.
Sólo oigo su silencio quejoso,
injusto.
Nada en éste mundo merece una lágrima
de sus ojos verdes .
Sin hablar, le digo que la amo,
y que todo está bien. Parece oírlo.
Bebe.
Sonríe.
Me besa.
Respira conmigo.
Respira a mi oído.
La música vuelve a sonar.
Ojalá la vela no se consumiese jamás,
que esa noche aún sea.
Pero el fuego consume el tiempo.
La oscuridad parcial (sus ojos aún brillan, siempre)
nos invita a pagar e irnos.
Sobre la mesa,
el vino vacío en la botella,
nuestras sombras aún en las sillas (luego nos alcanzaran).
Las gotas molestan.
Un taxi veloz.
Cuatro oportunidades.
Cuatro fracasos.
Galletitas en estación de servicio.
Tal vez su sueño perdona mi descuido.
Cambio de planes.
De la cama abrazados,
al té de frutillas con macitas dulces como ella
(aunque suene cursi es así) en su casa.
A Lola, festejando nuestro amor.
¿Que más? ¿Que mas se puede pedir?
Creo que nada.
O tal vez sí.
Pido que haya infinitos momentos más así,
dónde pueda verla feliz, enomarada.
Eso es todo lo que necesito.
El 146 no tarda en venir.
-Ochenta - pido.
El colectivo vacío,
todos los asientos para mí.
No es justo que todo sea tan perfecto.
Viajo parado,
solo para equilibrar una noche inmejorable... |