Mientras se miraba en el espejo, observaba sus facciones sin maquillaje; sus ojos emanaban confusión, tenía 20 años de estar viviendo bajo ese disfraz y ahora lo dejaba en el cajón.
Sus labios carmín eran el símbolo de las heridas que una boca traidora había dejado en su corazón, esa parte de su cuerpo que el resto de la gente admiraba con tanto asombro, era lo único que se relacionaba con su alma.
Poco a poco la habitación se desnudando junto con cada línea de pintura que desaparecía de su rostro, peinaba con movimientos bruscos su cabello, para liberarlo del gel que utilizaba para conseguir domesticarlo.
Su pelo negro ondulado caía en desorden sobre sus hombros, hacía mucho tiempo que no tenía la oportunidad de ver lo que a la demás gente le ocasionaba tanto repudio. El cigarro se consumía en el cenicero, al igual que la ansiedad, la confusión y miedo iban apoderándose de su ser.
Cerró los ojos, apretándolos de manera fuerte, como si con eso fuera a lograr olvidar la sensación de corriente eléctrica que ese abrazo le había ocasionado.
La música de Gloria Gaynor que antes enloquecía sus sentidos, provocando el deseo de movilizar cada uno de sus músculos, ahora le recriminaba, le hacía sentir vergüenza a su forma de vida de los últimos años.
Se levantó de aquel sillón donde tantas noches derramo lágrimas de frustración, sus pasos eran similares a los de un niño que aprende a dar su primer paso. Cayó sobre la sábana roja de seda que recubría la cama, descanso su cabeza sobre un elegante cojín de plumas de cisne que por todos estos años había sido refugio para su dolor.
Poco a poco estrujo la almohada, como si con ella deseará terminar con todos los años mal interpretados. Recordó a Jorge un hombre mayor, con esposa, hijos y una vida formado, se acerco a su mesa esa noche y le enseño lo que él había llamado su verdad.
- Mi verdadero yo, ¡Maldita sea yo sólo estaba confundid…!
No pudo terminar la frase, sus puños golpeaban con fuerza el cojín ocasionando que las plumas que lo rellenaran volaran dispersas por toda la habitación, toda su rabia era descargada en aquella pieza, la neblina blanca que había en el lugar, era parecida a la película de confusión que esa noche inundaba su alma.
La impotencia poco a poco se iba trasladando al resto de los adornos de la alcoba, la grabadora quedó muda, pues fue arrojada contra la pared sin ofrecer resistencia, a su mente acudió la imagen de aquel callejón oscuro, cuando Jorge se ofreció a llevarle a su casa, se estaciono en aquel sitio, de pronto sintió la mano fría de ese hombre sobre sus muslos y el aliento gélido en su cuello, recordó que intentó hacer algo, quitárselo de encima y alejarse de él.
Pero Jorge Paternalmente impidió que escapará, mirándole a los ojos y le dijo:
- ¿Crees que te haría daño?, ¡Por Dios yo solo intento ayudarte!
Empezaron las caricias y su mente virginal fue seducida por los incesantes manoseos de aquel cuarentón.
- ¿Ayuda? ¡Maldito destruiste mi vida! – gritó
Tenía tan solo 15 años cuando paso eso, después Jorge continúo con las visitas y en menos de dos meses le había puesto un departamento y pagaba sus estudios en el colegio de sus hijos.
Le gustaba charlar con él, era un hombre que había viajado mucho y le narraba anécdotas sobre sus paseos, siempre bajo la promesa de que algún día realizarían un viaje juntos.
Cuando término la prepa, Jorge no volvió a llamarle, le obsequio el departamento como retribución por el tiempo invertido y recuerdo de su amor, él había decido continuar al lado de su esposa y guardar las apariencias; luego se entero que alguien le había comentado a su esposa de su juvenil relación y al ver en peligro su reputación decidió finalizar el amasiato.
Se convirtió en contra de la sociedad en una mujer provocadora. Minifalda, cabello negro rizado y piel castaña, más de un hombre la siguió, pensaba que esa era su naturaleza, Jorge le había repetido hasta el cansancio que esa era su realidad y mientras más rápido la aceptará menos problemas tendría:
- El demonio dando lecciones de moral.
Fue al cuarto de baño, tomó las tijeras que se hallaban en el botiquín y corto sin piedad su cabello, como si con esa acción asesinará también esa personalidad que Jorge le había impuesto.
Detallada la extensión de su cabello, sin disfraces miro a la persona que reflejaba el espejo, miró fijamente su rostro y vio detenidamente al hombre que estaba frente a él:
- ¡Ja! Por fin he salido del closet.
Recordó que debajo de su cama había guardado un traje desde hace tiempo atrás, uno nunca sabe cuando va a necesitarlo, fue la excusa que se ofreció a sí mismo al momento de adquirir aquel atuendo. El hombre que estaba ahí era lo que durante todo ese tiempo había deseado ser, acomodaba su corbata con manos diestras, mientras que pensaba que zapatos combinarían con aquella ropa, sus dedos ágiles no perdían la concentración al introducir la tela en la gasa para formar el nudo perfecto en aquella prenda.
Por fin era el hombre que siempre había soñado ser, en su mirada ya no estaba presente la confusión que lo había apresado durante los últimos 20 años:
- ENRIQUE, Mi nombre es ENRIQUE… Me agrada suena muy bien ese nombre.
Salio transformado de la alcoba, dejó las llaves sobre la mesa de centro y junto con ellas quedaban también recluidas todas las dudas que lo habían acompañado.
Cuando salió a la calle, las aceras estaban húmedas y del cielo caía un agua que le lavaba las heridas y yagas que los últimos años habían dejado en él. Su cuerpo y su alma estaban siendo purificados, por fin se había encontrado a sí mismo y el acontecimiento se lo debía a una mujer que había creído en él.
Enrique iba a verla y sabía a la perfección que se quedaría con ella para siempre.
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