Tendido sobre su cama, su cuerpo sudaba, su corazón latía el doble de lo normal, su desnudes se estremecía, su columna se encorvaba, su rostro pálido y frío reflejaba desesperación, las soluciones inyectadas acababan con nuestras vidas y por dejarlas se apagaba la suya, sus ojos se llenaban de suplicas, sus labios vociferaban palabras inentendibles, sus manos heladas sujetaban ya sin fuerzas las de su mujer, su hija desconsolada lloraba, no soporté mas.
Los tranquilizantes demoraron en surtir efecto, su cuerpo casi inmune a ese tipo de fármacos demoró la acción del medicamento, su cuerpo cedió al soñoliento embrujo de las pastillas, su rostro cambio lentamente, esbozó una sonrisa, y se durmió, mi cabeza cayó sobre su tórax que se tranquilizaba y sus latidos disminuían.
Mis lágrimas caían en su pecho, su cuerpo se endurecía y enfriaba cada vez más rápido.
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