Llevas contigo mi última lágrima
que escapó desesperada tras de ti,
mas fue un adiós tan abrupto
que olvidaste,
obviamente sin querer,
tus recuerdos
en el pasillo,
el eco de tus risas
en la sala,
y una que otra promesa
deambulando por ahí,
en los rincones que ya conoces.

He conservado lo necesario
para que esta casa y este ser
que estábamos tan acostumbradas a ti
no te echemos tanto de menos,
sobre todo en los días lluviosos
mis días lluviosos.

Tus abrazos y caricias
los he ocultado en un cajón del armario,
para persuadir a mis brazos
cuando rebeldes al no encontrarte
no quieran sostenerme.

En el espejo escondo tu silueta,
ese perfil
que a veces creo ver a lo lejos,
y sólo es una invención de este cuerpo
que no se habitúa a tu ausencia.

Has dejado también tu sonrisa.
Yo la conservo en mi lugar secreto,
no vaya a ser que alguien la descubra
y se la lleve,
entonces no tendría con qué alegrar
los días nostálgicos
en los que el no tenerte cerca
se vuelve insoportable.

Bajo mi almohada he colocado tus besos
para menguar el dolor de mis pobres labios
que extrañan sin igual a los tuyos,
pues no comprenden tu ausencia,
y su tormento es no sentir su calor.

Tu recuerdo,
ése lo llevo en mi memoria
para que en esas noches calladas y solitarias,
que son en las que más haces falta,
pueda traerte aquí de nuevo
no sé si para mitigar este dolor
por un momento,
o
sola
mente
para atormentarme...