La señal
Jorge Cortés Herce

Laura y Fredy miraban la tele absortos, como lo habían hecho casi a diario durante nueve años. Sin esperar la pausa de los comerciales, y como habiendo recibido una señal de la telenovela que veían, Fredy se levantó de pronto ante la mirada extrañada de Laura.
- ¡Ya estuvo!- Murmuró mientras se ponía de pie.
- ¿ A dónde vas? ¡están a punto de cachar a Eloísa!- chilló Laura.
- A la recámara, por mi pistola.
- ¿ Estás loco? ¿Para qué?
- Para matarte.
- ¡No seas mamón! Tráeme unas papas y una coca light de la cocina, ¡ándale!
- Voy.

Laura siempre sometía a Fredy, incluso lo humillaba ante sus amigos, parecía disfrutar especialmente al hacerlo en público. En una ocasión, en que regresaba de ver un partido de futbol con sus amigos y se había tomado un par de cervezas, Laura lo recibió en la puerta con una retahíla de insultos, que remató con la frase telenovelera: “ Qué bueno que ya se murió tu papá, pues qué pena que te hubiera visto en este estado”, y mientras lo jalaba hacia adentro, les cerraba la puerta a los amigos, ignorándolos.
Tenían nueve años de una relación un tanto extraña. En privado Fredy siempre hacía comentarios misóginos, y alardeaba de ser muy duro y muy macho, se quejaba mucho de su mujer, aparentemente la detestaba, pero cuando se les veía en público se conducía cariñoso y hasta cursi, mientras ella, en el mejor de los casos se mostraba fría y ausente.
Quizá lo único que los unía era Xaviera, la pequeña de cuatro años que Fredy adoraba y por la que según él podía soportar cualquier cosa. La cara de Xaviera era una copia en miniatura de la de Fredy. Al respecto, una vez que con otra pareja platicaban de los hijos, Laura hizo un desafortunado comentario que quedó grabado y corrió rápidamente por el círculo de amistades “ pues qué suerte tienes de que tu niño sea bonito e inteligente, pues Xaviera me salió bruta y espantosa”.
Para Laura, todos los amigos y empleados de Fredy, excepto uno o dos que se salvaban de la quema, eran unos mugrosos- piojosos, no soportaba su cercanía y siempre se quejaba de la “basura” que los rodeaba.
Cinco veces lo había corrido de la casa, y cinco veces lo había buscado para que regresara. La última había sido la semana anterior. Tenía permiso de jugar dominó con sus amigos todos los jueves, y de preferencia debía invitarles a su casa, esa vez lo habían invitado a jugar en martes, por lo que el jueves no tendría permiso de salir En la oficina decidió que no sería grave ir un rato y cuando llegó a su casa se encontró con una nueva escena de telenovela y una maleta con lo indispensable para pasar unos días con su mamá, ya conocía la mecánica.
Durante los nueve años de casados, Laura ha crecido en carnes, lo menos a dos kilos por año. Cuando la conoció era menudita, y con un trasero fenomenal, secretamente le llamaban “culo de oro”, aunque nunca tuvo una cara bonita. Hoy sus descomunales nalgas son repugnantes, la celulitis se observa aun a través de sus pantalones.
“¡Qué nalgas tenía mi vieja!”, viene pensando Fredy, mientras regresa a la sala de TV con las papas y la lata de refresco, sus sentimientos se contradicen y termina por sonreír.
Tirada en el sofá, Laura impaciente se saca un moco. Ante la nueva serie de comerciales ve entrar a Fredy...
- ¡Ah cómo tardas, pinche pedazo de inútil!
Fredy, silente le alarga las papas y el refresco, ella ruidosa rompe el celofán y destapa la lata de la que bebe un largo trago, para después lanzar un eructo de concurso.
Él saca un revólver que había ocultado detrás de la espalda, y sin decir palabra coloca el cañón en medio de la cara aúnmasfeaenesemomento, y aprieta el gatillo. El odio acumulado va concentrado en ese trozo de plomo, la sangre salpica todo, incluida la pantalla, donde Eloisa es conducida al penal.