Sin querer tropezó con algo que sobresalía de la biblioteca, pensó que era un cachivache cualquiera pero no, era el rastro de un pasado no tan lejano, “el souvenir de un día amargo”.
Furioso tomó el cuadro y antes de romperlo lo miró un momento; pintado en él, un hombre en un bosque espeso y oscuro, enfrente una lámpara que lo alumbraba cálidamente como abrigándolo en una esperanza, abajo un garabato que decía Lucía Caramelo.
-Así me sentía yo ese día en la multitud, solo, esperando en la luz, no se que, un milagro quizás, y que todo lo ocurrido haya sido solo una pesadilla.- se dijo más calmo y sentándose en su sillón amarillo manteca, comenzó a recordar...
El cabello largo y los zapatos rojos parecían encajar. Le daba un aspecto más desenvuelto, no obstante, algo le faltaba; tomó la primer corbata de su armario y se la ajusto prolijamente al cuello.
Sonrió y se dio el visto bueno, ahora se sentía más seguro y presentable. La intención era demostrar que algo había cambiado. Que ya no era ese nerd que se sentaba enfrente y a la derecha del salón, para tener así, un ángulo más amplio y esquivar mejor las gomas, sacapuntas ó cualquier objeto afín cuyo aterrizaje era precisamente su cabeza y con mayor puntería sus orejas.
Ahora era independiente, salvo los días que su madre lo visitaba para arreglarle el departamento, dejar la comida para toda la semana y traerle la ropa limpia y planchada con olor a flores del bosque.
Cuando caminaba hacía su oficina de la calle corrientes, era un traje más que iba hacía su nicho de trabajo; sin embargo al llegar allí, cuando todas las mañanas su secretaría le decía
–Rá, tengo tu correspondencia-, él sentía ser aquel dios egipcio caminando sobre la arena hasta que tropezaba con alguna silla mal ubicada ó algún que otro escritorio atravesado.
Su oficina era tan pequeña que su secretaria de vez en cuando cambiaba de lugar los muebles para darle un aspecto diferente a ese sucucho repleto de papeles.
La carta que más deseaba había llegado. ¡Lucía estaba en Bs.As.!, y precisamente en capital. No lo podía creer, estaba tan entusiasmado y sentía su corazón latir con mucha fuerza, sin dudar inspiró un poco de ventolín para calmar su exaltación.
La carta decía:
Ramiro ¡qué alegría! ¿Cómo andas perejil? Que bueno que me hayas ubicado siempre tuve ganas de ver de vuelta a los huevones de la secundaria, pero nunca pude ubicar a nadie, ¡como si se hubiesen perdido en una sopa gigante!. Como añoraba el día en que se calienten tal cual a un horno de barro y por fin tomen coraje para llamar a sus ex–compañeros, que como un corte juliana, se fueron separando sin dejar rastro alguno. Si estas de acuerdo nos podemos encontrar el jueves 15 de abril a las 14:00, en el centro de exposición de la ciudad de Bs. As., ese mismo día presento mi 2da exposición. ¡Un beso de frutilla!
Chauchas y rabanitos
Lucia Caramelo.
Estaba tan emocionado y contento que le transpiraban las manos, tuvo que ir al baño a mojarse la cara un par de veces para disimular su entusiasmo.
Su amiga le daba una oportunidad de reencontrarse con aquel pasado tortuoso de secundaria y de poder demostrarle que ya no era el de antes. Se notaba que Lucía había hecho honor a su apellido, que había logrado ser una persona muy importante y que su afinidad culinaria había aumentado con el tiempo.
El jueves amaneció nublado pero el sol estaba en sus ojos. No dejaba de mirar el reloj de pared y se tomó una dosis de lexotanil para calmar su excitación. Dio parte de enfermo en la oficina y se la pasó toda la noche y la mañana del día siguiente inventando y repitiendo frases como- hola corazón de arroz, acá está tu dulce de leche- ó con un tono más romántico –hola Lucía, no te imaginas como deseaba ver de vuelta esos ojos café que me mantenían despierto y sentir así el aroma a cereza que salía de tu boca cuando hablabas- Se sentía estúpido, ya que él era un hombre serio, formal, y nunca decía piropos, pero sabía que Lucía era el tipo de mujer que le gusta que le alaben el ego. Fracasado en sus intentos no encontró ningún piropo ó frase adecuada y optó por decirle: Hola Lucia, ¡cómo estas tanto tiempo!.
Y allí estaba ella. Con su figura esbelta y su pelo lacio, parecía un ángel rodeada de demonios que la asediaban con flashes de luces chispeantes. Se acerco después de dos horas ya que estaba nervioso e inspiraba ventolín cada tres minutos.
Juntando el valor en gotas y un poco mareado por el antibiótico decidió ir a saludarla.-¡Hola Lucía!-le dijo enérgicamente- Ella lo miró sorprendida y le contestó -¡Hola Salamín! ¡no puedo creer que hayas venido! ¡estas igual!-. Lucía estaba rozagante y tierna como en esos años pero se notaba que había cambiado, se había convertido en toda una mujer. Mientras le contaba sobre pinturas y óleos, él no sabía de qué cuernos le hablaba y de repente vio venir entre la multitud un elefante peludo y en traje que tomó de la mano al ser bello que le hablaba.
Quiso pensar que era un pariente ó su guardaespaldas pero antes de preguntarle Lucía se adelanto y le dijo – ah, no te conté me case hace unos meses, él es Paco, mi marido. Hola chanchito adobado- y besando tiernamente esa cara enorme y abultada tomó del brazo a la masa viviente como agarrando un matambre gigante. En ese momento sintió como que alguien le tiraba sopa caliente en la cabeza y, disimulando su sorpresa y alteración, saludó al mamut.
Estaba desorientado y solo quería salir corriendo de aquel lugar; ella le mostró los cuadros que exponía y optó por uno al azar. Ramiro, un poco más calmado, le dijo que le parecía fantástico su afición a la pintura y extraño que no se haya especializado en la cocina, ya que en las fiestas de aquel entonces ella se destacaba cocinando y siempre era la encargada de las comidas. Lucía, con un tono de superación le respondió que no quería ser una esclava de la cocina, que hoy solo cocinaba para su amado. Que así lo conoció, entre comidas y postres en un restaurante donde trabajaba. Pero que ella era un artista y su potencial daba para más, no quería terminar siendo una simple cocinera.
Se despidió de Lucía y del elefante, tomó su cuadro y se fue caminando entre la multitud. Se detuvo en una parada de colectivos y se sentó, allí se quedó meditando, plantado como una zanahoria y esperando que alguna batata lo lleve de regreso a su casa.
LaLa
20 de Abril de 2005.
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