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Inicio / Cuenteros Locales / Sluch / 2 carta abierta a la patria

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Pueblo adolescente que ya está cansado de todo, menos de seguir resistiendo. Esperanza que va y viene por el aire enrarecido de desilusiones, maestros malabaristas de su sueldo, arquitectos que manejan taxis, corruptos que se creen Dios y piscuises que se creen que Dios tiene su oficina en Buenos Aires. Gente loca de atar con alambre, una pyme que quiebra silenciosa y solitaria, dos o tres parias y millones de vacas con cencerro en Constitución.
Allá donde está todo y no hay nada. Un poderoso día de verano en la selva de Quiroga, un ombú ermitaño en medio del trigo de las pampas, un vino tinto que te sirve una chinita con trenzas, un viento aguerrido que sopla allá donde un indio espera solitario bajo la piel reseca. Álamos, Araucarias, Jacarandás y Palos Borrachos. Un Ceibo rojo como la sangre derramada y una Mburucuyá que sonríe triste cerca del Palmar.
¿Te acordás, hermano, qué tiempos aquellos? Con un Morocho del Abasto y un barrilete cósmico, que caen las tropas de Su Majestad. Y antes, cuando se robaron la niñez de miles, pero todavía cantamos, allá en mi tierra, donde en cada charla hay un presidente y un director técnico.
Yo te puedo nombrar un Borges, un Cortázar, un Bioy, un gordo Soriano, un Fontanarrosa, un Oesterheld, y si se cagan a tiros frente al Cabildo mientras enfrente el General se revuelca en su tumba, resulta que todos se la veían venir y si esto da pie a los revisionistas, no importa, porque acá todos la manyamos como ninguno, ¿viste?
¿Qué te pasó, hermano? Estás hecho pelota.
Llueve gris y melancólico en una siesta de mates y tortafritas, atrás de una pared blanca de cal. Si no llueve, bajo la sombra de un parral. Patealo al perro, que no hinche.
Usted rasguñe las piedras, señor, que a algún lado vamos a llegar, y si miran desconcertados a uno y otro lado, no es que no sepan para dónde agarrar, si no que están buscando un pecho fraterno para morir abrazados. Qué empanas, qué locro, andá poniendo las tiras que ya llegan los muchachos.
Qué país, loco, parece una joda. Si querés ser un héroe, ponete a jugar al fóbal. ¿Qué no lo ves, pedazo de ciego? Fue un orsai más grande que una casa. La próxima tirale un medio ladrillo, que encima hay que aguantar al patrón durante toda la semana.
Créditos bancarios, corralito, club del trueque, todo por dos pesos. Desde Santa Catalina hasta Ushuaia, desde Estancia La Unión hasta Dionisio Cerqueira. Fiestas nacionales, de la vendimia, de la manzana, de la leche, donde una guitarra se va con la chacarera para volver con la zamba. Desierto, bosque, campo, montaña, llanura, glaciar, no importa si es en el barrio o en un ranchito del interior: acá siempre hay amores imposibles que recordar.
¿Y cómo lo podemos arreglar, oficial? Que no decaiga la murga, muchachos. Acordate que en cada rincón hay uno que tiene mil preguntas para la vida, y si no disfrutás hoy de tu paso por el Nacional, o de un café en Avenida Corrientes, no creo que te vuelva a tocar. Si te quema la brasa de un cigarrillo negro en una noche de desvelo en la capital, añorando la acequia y el sembradío donde naciste, no te preocupés que no es tu culpa no poder mirar para adelante, si no hay nada que mirar.
Burocracia, impuesto especial, tarifa de sobrecarga, pesos ley, australes. Un cambalache, querido, que te garanto que si salimos es porque Dios es grande, o argentino en su defecto. Glorias y Parques Nacionales. Qué prolíficos, caramba: cuántos baqueanos, Sarmiento; cuántas bases, Alberdi; cuánta utopía, Vélez.
Próceres, un mate de calabaza, hojitas de cedrón y tomillo, un departamentito chico en el centro, un rango y una rayuela, una morocha que anima el bailongo, una ginebra áspera como lija, un poncho para el frío y unas ojotas todo terreno.
LA DISTANCIA MATA al que está lejos, pero resucita todos esos recuerdos, y además, siempre está la esperanza humilde de volver a la vieja calle del barrio, llenos de vergüenza como los muchachos con un traje nuevo. Por eso brindo por un trencito de las nubes, por un impenetrable chaqueño, por un Jardín de la República. Por eso, inevitablemente, todo cobra sentido cuando desaparece.
Yo también te quiero, país joven sin olvido, rincón del planeta, cuna de atorrantes y mujeres más lindas del mundo. Si tus niños juegan en galpones de empaque e ingenios abandonados, si todavía te quedan ancianos, asados y barquitos naranjas en Mar del Plata. Cómo no iba a quererte si vos sos el mañana por el que están yugando, todos los días y siempre, los mismos que ayer se dieron un frentazo contra una moda o una realidad.
Por todo, y a pesar de todo, mañana o pasado, cerca o lejos, cuando me llegue el destino va a ser mi último aliento un suspiro fuerte que exclame: Ay señores, acá muere un argentino.

Texto agregado el 15-06-2005, y leído por 138 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
15-06-2005 Después decime como se desata éste nudo. Un abrazo juanro
 
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