El grano de arena

Alejo se apersonó en el bar de José a eso de las siete de la tarde. Ahí, en la mesa de siempre, estaban el Menduco y el gordo Fabián, discutiendo alguna tontería de Semiótica. Alejo llegó, saludó al mozo y a algunos otros habitués, y se sentó con sus amigos.
- ¿Qué cuentan? - preguntó desganado, haciendo la seña del café al entendido mozo.
- Profesor Villar, acá el Gordo tiene un problema de entendimiento con Saussare, ¿no me ayuda a hacerlo entender? - dijo el Menduco.
Alejo y el Gordo se miran. Evidentemente el primero no tiene ganas de charlar sobre esas cosas y el Gordo capta la mirada.
- ¿Fuiste al cine ayer? - pregunta Fabián, terminando así la charla de semiótica con el Menduco.
Alejo frunce los labios en un gesto de desinterés y niega con la cabeza, más preocupado, aparentemente, en una baldoza floja de la vereda. El Gordo insiste:
- Están dando un peliculón, che: El grano de arena, una película italiana.
- ¿De qué trama? - se esfuerza por preguntar Alejo.
El Gordo se inclina hacia adelante todo lo que puede para poder gesticular con sus grandes manos sobre la mesa. El Menduco permanece en un segundo plano, el cine no es parte de su abanico de materias de entendimiento. En realidad, el Gordo tampoco es un crítico profesional, pero es el que siempre habla.
- Es sobre un tipo, ¿no?. que labura de oficinista ahí en Roma. De manyapapeles, nada importante, y lleva una vida de mierda. El tipo se aburre como una ostra, todo gris, no tiene novia porque también es medio feucho el pobre, y nadie le da bola. Hasta el edificio donde trabaja es todo antiguo, pero frío, cuadrado, sin gracia. En fin, es todo un asco. El tipo es un miserable, y lo sabe, pero sabe que no puede salir de ésa porque es una sanguijuela del sistema, y ya lo tienen agarrado. Ahí es como una velada crítica al sistema.
Alejo pierde interés. Todos se la agarran con el sistema: Huxley, Bradbury, Orwell.
- Ajhá - dice.
El Gordo entiende y decide entrar de lleno al nudo de la película.
- Bueno, la cosa es que un día lo mandan a la bodega a buscar algo. La bodega estaba en el sótano, y era toda oscura, más fría que arriba, y con unos estantes inmensos que llegaban hasta el cielorraso. ¿La clásica, no? Así que ahí está el bueno de Giovanni, buscando unos repuestos… ah, porque eso hacían en la empresa ésta: reparaban máquinas fotocopiadoras. Entonces, el loco está ahí, subido a una escalera, y desde ahí arriba logra ver que, atrás de uno de esos estantes super jumbos, hay un hueco en una pared, como si fuera la entrada a una cueva. Entonces le pica la curiosidad, ¿no? La primera aventura de su vida, su primer enfrentamiento a lo desconocido, así que baja y logra meterse atrás del estante, y bueno, ahí entra por primera vez a la cueva.
El Gordo hace silencio, esperando la ansiedad de sus amigos. Sin embargo, el Menduco mira a Alejo con cara de aburrido, y éste mira al mozo que se acerca con el café.
- Gracias, Julián - dice Alejo cuando es servido - Ajhá, entra en la cueva, ¿y después? - pregunta, desgarrando el sobrecito de azúcar.
- No, ahí ya no te puedo contar. La cosa es que el tipo es el único que sabe y cada tanto baja al sótano para meterse. Es como su secreto.
- Me suena a "Las puertitas del Sr. López" - interviene el Menduco.
Alejo ríe sin ganas.
- Nada que ver - dice el Gordo -, nada que ver. Acá la película toma un giro imprevisto. Se pone así, toda marihuana, no sabés cómo te deja regulando.
- A vos te deja regulando hasta Corín Tellado - bromea Alejo.
- En serio, Alejo, andá a verla. Está impresionante.
- ¿Cómo dijiste que se llama?
- El grano de arena, está en cartelera ahora - contesta Fabian.
- Bueh, no te prometo nada, Gordo.
Después se desangra la tarde en la avenida donde está el café, ornamentada con hileras de Lapachos en las aceras. El tráfico de los que vuelven a casa tiene unos minutos de paroxismo y luego va menguando lentamente hasta estancarse en su flujo uniforme de la noche. Al cabo de un rato, Alejo se retira del café. Los otros dos retoman el asunto de semiótica.
Casualmente, unas cuadras más lejos, acierta a pasar por la entrada de un cine, donde está anunciada, con grandes y fluorescentes letras: El grano de arena", de Valerio Richetti. Hay mucha gente arremolinada. Alejo se detiene y nota la ansiedad en el ambiente. En el mismo momento en que se da cuenta que ya está en la fila, una mujer se le acerca por atrás y le habla.
- ¿Te gusta el cine italiano?
Es una negra con piel de ébano y una figura imponente y voluptuosa.
- No particularmente. Un amigo me recomendó esta cinta con mucho énfasis, y bueno, acá estoy.
Alejo nota que le gusta a la señorita, y ella, debe reconocer, le gusta a él. Entran juntos al cine y en la oscuridad ella le toma la mano. Está la sala casi llena.
- Mira, ahí adelante creo que hay dos asientos vacíos. A propósito ¿tú cómo te llamas?
- Alejo, ¿y vos?
- Denisse.
Avanzan por el pasillo tomados de la mano y zigzagueando entre la gente que busca un lugar. Logran filtrarse entre varias piernas y al momento de sentarse, él la abraza por atrás para pasar a su asiento. Ella lo mira, pero no dice nada.
La película comienza y ya están las primeras escenas de la monótona vida de Giovanni, cuando Denisse pone su mano en la pierna de Alejo. Él corresponde abrazándola y dejando caer su mano sobre el escote curvo de ella, mientras que su otra mano se pierde en la entrepierna. Aparecen los primeros besos y al cabo de un rato de manotazos y caricias, se retiran del cine para descubrir sus cuerpos desnudos en un hotel barato que cobra por hora.
Pocos días después Alejo vuelve al bar de José. Allí se deleitan el Menduco, Fabián y Luis.
- ¡Alejo! ¿Y? ¿Fuiste a ver la película? - pregunta el Gordo.
- Sí, Gordo, fui.
- ¿Y qué tal estaba?
- Buenísima, Gordo, estaba buenísima.
- ¿Viste? Yo te dije: te deja sin palabras.
- Sí… - recuerda Alejo - Las cosas que me hizo. Sin palabras, Gordo, sin palabras.