El cielo lloró con fuerzas pero esta vez fueron lágrimas de alegría. La espléndida noticia llegó a mis ojos aureolada por tu verbo coloquial. Los fantasmas se deshicieron y en su lugar creció una flor de esperanza. Tomé tu mano a la distancia y la sentí tibia, latiendo con los compases alborozados que dictaba tu corazón dichoso, tus ojos radiantes, despedían acuosos fulgores y se confundían con la acuosidad de los míos. La sentencia había sido levantada para decretar una jornada de maravillosa entonación. La palabra vida que resbala por el vidrio de mi ventana tomando la forma de una gota de agua, traza una línea precisa que se bifurca por diferentes ramales, imitando las huellas de una mano. Te veo al trasluz recibiendo la presea de los acontecimientos del porvenir, tus hijos creciendo y superando cada una de sus etapas, nuevos seres que se van sumando a tu familia, las risas contagiosas y el llanto destemplado de los hijos de tus hijos, las hojas de tu existencia multiplicándose como tupido follaje, sonrisas y rostros expectantes en las dos caras de esta fascinante moneda, vida multiplicada por los espejos de cientos de seres que confluyen finalmente en tu corazón regocijado.
Puedes desembalar tus sueños, reavivar los proyectos, coquetear con los acontecimientos que ya no te estarán vedados, puesto que el cruel estigma no era tal sino una artificiosa espada de hojalata que resbaló grotesca e inofensiva en tu falda. Sueña y sonríe amiga mía que el camino se presenta claro y sin obstáculos. Reanuda pues esa marcha suspendida por las aprehensiones y los temores, revaloriza a quienes te rodean, disfrútalos, ríe con ellos y embárcate en los más osados viajes, vida sobra y ese regalo no es para desperdiciarlo.
Desde esta frontera, lejano pero sintiendo tu respiración vigorosa, ahora mi corazón late con más fuerza, esa fuerza que había mezquinado acaso por vergüenza, acaso por condescender con esa mujer que se entrega transparente cada día en una conversación matizada por los variopintos colores de la complicidad. Ya no hay nada que temer, el sol comienza a iluminar nuestras expectativas y cercana o distante, siempre te sabré a un paso de mis locuras, amiga querida…
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