La belleza reside en las partes insólitas del ser, en la inocencia de cada uno, en el rostro, en la mirada, en las manos, en los labios o, en el lugar más anisado, cuya gente desestima y pocos tienen, en la mente. La belleza que desgarro entre mis manos y se suelta sin querer, cuando la última exhalación de energía perece, es la que me da vida. Sé que amo todo aquello que sucumbe ante mí, amo a todo aquello que fragmento con dulzura...
Soy un intruso en las vidas ajenas; y ellos, los pasajeros fortuitos que me acompañan un trozo de camino. De algunos me enamoro, me siento como si alguien tocase una melodía perfecta mientras transitan a mi lado. Cosa inaudita, no oigo ruidos, pero los siento, no siento nada, pero recuerdo e imagino; esa imaginación es la que me hace ver lo aislado que estoy.
Cuando los seres más queridos, más bellos y más ansiados de toda la humanidad mueren, tras una etapa larga de trabajo arduo, y me veo de nuevo sumido en la oscuridad, es cuando me doy cuenta de lo insignificante que soy yo para ellos y lo mucho que penetran ellos en mí. No sé si me explico. Si una persona te abandona, es para ella para quien dejas de ser importante, sin embargo tú, tras las vidas de tantos otros, surcando la eternidad, notas que te importan, notas que ya no están y la congoja que llega duele tanto que es inefable.
Una y otra vez despedazo y crujo sus cuerpos contra mí. A veces no es más que un mero juego, pero otras veces, las que menos, estoy profundamente enamorado, admiro a quien veo morir. Veo sus pétalos rojos deshojándose entre mis dedos.
Mis garras se convierten en lágrimas y maldigo a todos aquellos que hacen sufrir sin motivo alguno... fastidiado porque yo tendré que hacer daño a la gente, lo quiera o no.
Sí, muy bien, supongo que no puedo mantener más el secreto. Soy un vulgar vampiro. Un sucio y desalmado chupa sangre.
Pero no voy a hablar de mis proezas, no quiero contar cuántos cuerpos dejo inertes cada noche, no quiero hablar de cosas cotidianas e inevitables. Yo quiero hablar de mi condena y de que mi lado humano está más arraigado en mí que en muchos mortales corrientes que no saben ni lo que son.
Siento que la vida se me escapa en cada sorbo de sangre que doy, pero a la vez soy más consciente, más sabio y tengo mejores ojos para ver la realidad. La perspectiva da igual, lo veo de forma diferente, lo veo de otra manera. Y qué. Pero el sufrimiento es profundo al igual que en los momentos que más duele, cuando el estómago te oprime y el cerebro no deja de rondar el mismo pensamiento. Me siento con ese vacío constantemente y no sé si aguantaré mucho.
No tiene nada que ver con los mitos estúpidos sobre que no estoy en consonancia con la vida moderna, que me quedé atrasado y no consigo adecuarme a los adelantos del siglo XX. Eso es lo más absurdo que se puede decir, la verdad. Los vampiros, o al menos yo, tenemos una capacidad de aprendizaje superior a la de los humanos, lo vemos todo de manera distinta y nos adecuamos mejor a las nuevas situaciones. La memoria es prodigiosa en nuestras cabezas, los recuerdos se convierten en grabados a fuego en nuestros cerebros muertos. Cada acontecimiento se convierte en una fábula en mi cabeza y voy escribiendo poco a poco el libro de mi historia
Simplemente mi sentimiento es de asco hacia mí mismo. Me empiezo a odiar, odio mi cuerpo, odio mi mente y odio los años que paso junto al demoníaco sentimiento de sed de sangre. Por eso es por lo que mueren tantos vampiros, no porque no estén en consonancia con el presente. Disfruto de las mismas comodidades que cualquier mortal de clase media. Tengo mucho más dinero del que aparento tener, pero, levantaría sospechas ser un acaudalado ciudadano viendo en un gran piso en el centro de la ciudad y teniendo el aspecto que tengo. Aparento 24 años, aunque cuando me hicieron vampiro tan sólo contaba con 20. Por aquella época se crecía antes. Tengo melena aleonada, signo, en estos días de pasotismo, no salgo de día, cosa que debería estar ya clara, y no se me ve yendo a trabajar nunca. Prefiero vivir modestamente, en un barrio cualquiera y pasar desapercibido.
Las noches pasan en vano, siento que la gente muere inocente entre mis brazos. Los besos sangrientos que les ofrezco les matan. No sé como explicar la congoja que me envuelve cuando alguien cae en mis brazos y no puede soportar mi amor, mis abrazos...
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