Noche desierta
de almas errantes,
con tus destellos en plata tallados en tu cielo
y con tu sublime amante robándose mi mirada,
derramas mi nostalgia
tal como lo harían dos ojos
observando una antigua fotografía de alguien casi olvidado.

Tu brisa fúnebre,
aquella que con recelo transportas,
mece las hebras de mi cabello negro
haciéndolo relucir ante aquel astro tendido en tu velo negro.

Celajes grisáceos de aspecto inquietante
se deslizan sobre tu cuerpo
de forma casi semejante al agua
bañando las rocas en un arroyuelo.

No dejes que te cubran por completo, por favor.
Déjame ver a tu dulce amada aferrada en tus brazos.
El leve resplandor que endosa,
que se niega a desaparecer bajo aquellos mantos platinados,
parece agonizante…

Escucha su llanto,
escucha sus lamentos,
tan profundo en mí llegan
que parecen quemarme por dentro.
Pero es un ardor tan suave y romántico
que no puedo dejar de oírla ni observarla en lo alto.

Noche desierta,
tan llena de secretos,
recuerda que yo estaré eternamente
bajo el llanto lastimero de tu bienamada luna
y bajo tu pabellón oscuro con el que sumes todo en tinieblas…

Siempre contigo,
para que me abrases,
para que me beses,
para que me mates si así lo quieres…