Veo como se van marchitando las rosas que me regalaste. Se que intentas ayudarme, se que nunca me dejarás y que por mucho que pase estarás conmigo apoyándome.

Pero no te paras a pensar que ya es tarde para mi, te niegas a aceptar la verdad, que mi tristeza no es pasajera, que se quedará conmigo eternamente como una compañera de juegos cuando era niña.

No entiendes que hace mucho abracé a la soledad y la desesperación, y que nada puede salvarme de mi misma, de mi autodestrucción.

¿No te das cuenta de que ahora amo la oscuridad? que acepté al crepúsculo como amante y goza de mi como una sanguijuela.

Que ya no soy yo, que sólo vives de un recuerdo y que eso te arrastrará también a ti.

No puedes entender que ya me he acostumbrado a esta vida, que no quiero otra más complicada ni más feliz, porque ya me cansé de buscar la felicidad y prefiero quedarme con lo que tengo.

No volveré, ni contigo ni con nadie, me quedaré aquí, sentada en un rincón donde no llega luz alguna, disfrutando del silencio, de la soledad, aprendiendo a amar a la tristeza tanto como amaba a la vida y seguiré dejando que la oscuridad me consuma como se consumen las rosas hasta que me marchite como lo hacen ellas y no quede de mi más que un triste pero dulce recuerdo.

Una melancólica visión, la imagen distorsionada de la que un día amaste y no se quedó contigo porque no tenía fuerzas para luchar ni para aferrarse a ti como tu lo hacias a ella.