Extraído de la sección "Contactos en Cartas" de nuestro flamante programa radial "Mundo Macanudo", por 102.5 FM Canuta...




Queridos amigos:



Les envío esta carta para que en su sección de historias personales reflejen las vivencias de alguien muy especial, que creo bien merece el premio que ustedes semana a semana le dan a la mejor persona. Quiero hablarles de Ester Sarrasqueta, mi tía. Una tía muy particular, de 95 añitos, 2 by pass y poseedora de un record muy original. Una tía que, llegado el momento, sacrificó su riñón izquierdo para darnos de comer a mí y a mi hermana menor.


Mi nombre es Laura, tengo 56 años y mi hermana 48. Nos criamos en José León Suárez hasta mis 12, cuando mamá y papá murieron. Mis viejos cayeron abatidos en un tiroteo con el grupo Halcón luego de asaltar una playa de estacionamiento en la calle Libertad. Cuando eso sucedió, sólo nos quedaba mi tía o un hogar para chicos como opción de vida. Ahí apareció la tía Ester, viuda, con antecedentes penales y sin jubilación, para ofrecernos su humilde casilla de cartón prensado en Aldo Bonzi, aunque viajabamos mucho a Capital. Hablando de su record, poseía el mayor número de fugas del penal de mujeres de Santa Rosa, La Pampa: 6 escapes logrados. Igual, eran tiempos de juegos, juntar latitas de gaseosas del Cinturón Ecológico y pedir monedas en la estación de tren.


La tía nos educó bien: a mis 13 ya robaba asientos de bicicleta en la Facultad de Medicina y a los 15 autoestéreos con frente desmontable. Mi guardiana supervisaba todo mi aprendizaje, me gritaba cuando el dueño de la bici salía de la Universidad, me escupía con cariño cuando al estéreo no le encontraba el código, etc. A mi hermana le asignó otra tarea: la vistió con ropita delicada y livianita y la paró en una esquina céntrica de Bonzi. Todo marchaba bien, a no ser por las continuas operaciones que tuvieron que hacerle a mi hermanita para acomodarle unas hemorroides rebeldes que no dejaban de molestarla. Esto, inexplicablemente, siempre le sucedía luego de llegar de la esquina en donde pasaba la mayor parte de su tiempo. Otro día vino con un ojo negro, y ahí nos enteramos de que uno de los integrantes del equipo de handball representativo de Bonzi la había rozado sin darse cuenta con 5 nudillos de su mano derecha. En otra oportunidad la fuimos a buscar al Hospital Pirovano ya que, al parecer, a alguien accidentalmente se le volcaron 2 litros de querosene y un cigarrillo encendido sobre la cara de mi hermana.


Pero eramos felices, la tía vendía especias a la salida de un supermercado y en sus ratos libres adiestraba a los gatos del vecino para que entraran en el horno de la casilla y durmieran ahí. Así hasta que me hice mayor de edad, entonces me fui a vivir con el dueño de un desarmadero clandestino de autos y ella se quedó cuidando a mi hermana, que a esa altura ya tenía 3 hermosos hijitos. Mi tía la siguió criando, le cosía nueva ropa y la acompañaba al hospital cada vez que venía con algún tipo de desgarro. Yo me casé y formé una familia con mi marido: tuvimos un hijo y nació sanito. Mi hermana nunca abandonó a la tía Ester, ni siquiera cuando ésta se juntó con un mendigo que encontró durmiendo en la plaza de Constitución.

Tampoco cuando la detuvieron por contrabando de órganos, venta de cepas de viruela y fabricación no permitida de armas químicas. La tía con el tiempo fue sufriendo los achaques propios del paso del tiempo: perdió un ojo en un piquete, dos dedos cuando hizo explotar un petardo en la Navidad del ’98 y le amputaron una pierna por diabetes crónica. Además de estos problemitas típicos de su edad, sufre la falta de un riñón desde muy joven. Esto es así: eramos chicas con mi hermana y no habíamos podido robar nada como para comer, entonces la adorable tía se practicó una operación casera con un curandero amigo y se sacó el riñón para que nos hicieramos un puchero. Así es su amor por nosotras. Así de visceral.

Hoy la veo aisladamente, a veces no me conoce y hasta ha llegado a apuntarme con su 9 mm ante la desconfianza de no saber quién soy. Pero igual la quiero pues es a ella a quién le debemos, mi hermana y yo, lo que somos: dos mujeres huérfanas, cleptómanas, víctimas de malos tratos, vejaciones y abusos varios. A ella le debe mi hermana su hijos de adolescente y yo mis 12 años en Ezeiza por robo calificado.


Espero sepan comprender cuanto se merece, Ester Sarrasqueta, el premio a la persona de bien de la semana.


Me encanta el programa y los escucho siempre junto a mi novia guardiacárcel...




Laura Sarrasqueta