Cuando alguien sabe con certeza, como yo
mismo, que todos los sufrimientos y angustias de esta insulsa y trivial existencia material carecen de
interés después de un rato y si se tienen en cuenta todos los ciclos de la existencia primigenia y eterna, sólo le queda esperar a que llegue su día.
Llegar a estas conclusiones no es fácil, ni
siquiera trabajando en ello se da con unas
pistas que siempre, en principio, tienen una
explicación racional. Pero yo, que en ningún momento busqué los horribles eslabones que me llevaron a lo que cualquier persona podría llamar locura, sé mucho, más de lo que quisiera, y no me suicido directamente porque quizá tras la muerte todo me sea revelado con mucha más claridad de lo que logro cuando...
No sé, quizás entonces haya algo de verdad en lo que cuentan ciertas religiones sobre un infierno eterno, de la existencia de un Ser, el Supremo, que se alimenta de las almas y cuerpos de sus acólitos, o también de personas, o fragmentos de ellas, que han sido condenadas a una ignominiosa existencia eterna formando parte de su estructura viva y muerta a la vez.
Sin embargo, yo ya estuve ahí, en la casa del Ser, y lo vi, y me olió... Desde entonces mis miembros palidecen y mi tensión es cada día más baja; he bajado de peso, no duermo ni tengo apetito, me tiembla el cuerpo y por ratos dejo de pensar con claridad... Mi sangre es ahora su sangre y a pesar de ello no he perdido la vida.
Sólo me queda esperar a que mi corazón no tenga nada que bombear, y ojalá que no haya vida después de la muerte, ya que está escrito que quien vea al Dios no morirá, dormirá junto al lecho del inmortal velando su sueño y llorará y despertará cuando él despierte...
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