Julia había llegado al mundo 20 minutos después que Ave, eran mellizas, por más que Ave siempre se hubiese jactado de ser la mayor de las dos.-

Fueron producto de una noche de amor fugaz de su madre y tras nueve meses y un parto normal asomaron al mundo una clara mañana de junio, hace ya 21 inviernos.-

Sin embargo nada sería fácil para ellas. Su madre era demasiado joven para asumir la responsabilidad de educar a dos criaturas, más estando sóla, sin dinero y sin nadie que pudiera darle una ayuda. El acohol y las pastillas hicieron el resto. Con su madre cada vez más alejada de la realidad, y más cerca de los problemas con la ley, era una vecina la encargada de cambiarles los pañales y alimentarlas dos veces al día.-

El final de ésta odisea se produjo una mañana de sábado, cuando Doña Marta, una de las vecinas del piso donde vivían toco reiteradamente la puerta del departamento, tras escuchar por más de dos horas el llanto de las niñas. Al no oírse respuesta del otro lado, y temiendo por la salud de las niñas, fueron por el portero quién abrió la puerta del departamento.-

Las dos niñas se encontraban sobre la desnuda mesa del estar con una nota atada a sus brazos.-

Tomándola entre sus arrugadas manos, Marta leyó a viva voz:

“...Esto es demasiado para mi, hagan con estas niñas lo que quieran, me voy......”

Florencia V. Juliasi

Tras efectuar la denuncia correspondiente las niñas fueron adoptadas por dos familias distintas y al cumplir 12 años y luego de haber terminado la escuela primaria juntas, la familia adoptiva de Julia decidió instalarse en la Patagonia y sencillamente dejaron de tener relación alguna hasta que esa carta apareció por debajo de la puerta de Ave, dado que los padres adoptivos de Ave no podían darse el lujo de pagar pasajes para que la niña fuese a visitar a su hermana, circunstancia ésta que se vió totalmente agravada con la muerte de ambos en un accidente automovilístico sufrido cerca de Zárate, cuando el auto en donde viajaban perdió el control y fue a incrustarse debajo de un camión. Los padres adoptivos de Ave murieron instantáneamente, y ella por viajar en el asiento trasero y con el cinturón correspondiente sólo sufrió algunos rasguñones.

Ave tuvo que esperar casi un año, hasta cumplir los 18 para poder cobrar el seguro de vida que sus padres adoptivos le habían dejado y con ello, poder comprar su lugar en el mundo.-

Sumida en éstos pensamientos estaba Ave aquella mañana posterior al suceso de la carta, volviendo a recordar sucesos que quería dejar atrás, no quería tener ningun tipo de relación con nada ni nadie que le recordara sus épocas de niña, porque le costaba mucho trabajo mantener una vida relativamente normal, porque íntimamente no se sentía una persona normal y vivía pensando que cualquier persona que tuviera contacto con ella enseguida se daría cuenta de su locura y que al enterarse de su pasado no dudarían en escapar hacia cualquier lugar que quede bastante lejos de su presencia.-

Sin poder dejar de pensar en ello pasaron los siguientes dos días y al llegar el atardecer del tercer día, y por primera vez en años, sonó el timbre sin que ella hubiese llamado al delivery antes, el momento había llegado, tras casi diez años de no verse su hermana Julia estaba detrás de la puerta esperando que se abriera.-

Con paso decidido caminó tres pasos, giró el pestillo, cedió el picaporte y la puerta quedó abierta de par en par.-