Alguien, talvez, quiso una lista de palabras,
unas pocas palabras cortas y disueltas,
como en rumores envejecidos,
palabras de jamás, de quedarse mirando ensimismado,
como si fueran paisajes aplastados en las ventanas rotas de la infancia:
empezando, Espacio,
corriendo algún día en lo eterno de un pasillo entre tus posibles presencias y mis dolorosas ausencias.
Siguiendo, Tiempo,
con esta seguridad de jamás llenarse de muerte aunque las palabras no salgan o se queden flotando entre las canas.
Luego, Canción,
estación de recuerdos y consonantes vacías y solitarias que esperan sus vocales más agudas y festivas
Amor, no podía faltar,
ese tono de mar atardecido que se queda en el rostro, en la sonrisa caduca del viento, en las palmas de las manos, las puntas de los dedos, en los rumores mundanos, en tus pómulos, en tu pecho.
Y, por último, Ilusión, quedándose olvidada sobre los muebles,
en los estantes llenos de polvo y fotos sin tiempo, dispuesta a salir corriendo, con esa valentía de leyenda, a socorrer a la esperanza que se ahoga más allá de los vidrios.
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