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Inicio / Cuenteros Locales / Desleal / El Aprendiz y el Maestro

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El aprendiz deseó danzar hacia el maestro que meditaba en medio de un llano bajo el atardecer. Cuando el aprendiz se topó con la silueta contrastada por el cielo naranja, de rodillas y desde una distancia prudencial, se dirigió al maestro:

“Maestro, ¿por qué hemos de vivir y morir? Tiempos adversos se avecinan. Ante las interminables vicisitudes del vivir, es imposible no preguntarse qué será de mí. Me he encontrado en un terrible e inllevable momento de debilidad. Crasos errores he cometido. Necesario no es confesarlos de palabra, ofendiendo sus oídos y sensibilidad, porque es, pues, el maestro, y todo de mí sabe de forma pretérita y superior. Piensa mis pensamientos antes de siquiera yo haberlos concebido. Ya medita sobre las consecuencias de mis acciones desde que yo apenas me estoy motivando a ellas. Como es de las corrientes eólicas guiar a la golondrina, y del río desafiar y probar al salmón, es suyo corregir e instruir al humilde aprendiz que, avergonzado y triste, se os postra e implora detrás. ¡Maestro, he fallado! ¡Maestro, ¿qué será de mí?! ¡Dígamelo!”

El aprendiz recibió la perfección del silencio de ocaso como única respuesta.

“Maestro, responda por favor. Sé que lo he deshonrado. No yo sino su sabiduría sabe de dónde obtengo el coraje de proyectarle palabras con esta boca truhán e indecorosa. Pero no decaigo. Guardo la esperanza de encontrarme dentro de la esfera de su magnanimidad. Ruego no me ignore. ¡Haré lo que sea! ¿Cuál es la lección, maestro? Diríjame. Encáuseme. Castígueme. No me abandone. Sé que lo que hice es motivo justo y apropiado para desterrarme por siempre de su vera. Pero lo necesito. Sólo en el mundo yo no puedo. Preciso de su consejo y cuidado. Fui en contra de su designio y debo pagar el precio. Sólo imploro que no se me cobre la alta factura de su desprecio. Maestro...”

El aprendiz por largo rato esperó una respuesta. Si acaso algo se inmutó fue únicamente el sol que descendía sin prisa. La oscuridad galvanizaba el desespero del aprendiz.

“¿Así van a ser las cosas? Ya veo... ¿Sabe algo? Yo no necesito de esto. Me he esforzado, he sudado y he sufrido por hacerlo sentir orgulloso de mí. He seguido cada una de sus instrucciones, como los engranes del reloj. Todo lo he actuado con perfecta sincronización. Luego, vengo yo, y cometo uno, un error. Meditándolo con detenimiento, la verdad, no es un error tan grave, en realidad. No sería salvaje decir que se trata, tan sólo, de uno pequeño. Maestro, verdaderamente, quien debería sentirse decepcionado soy yo, de su comprensión y perdón. Vengo yo ante usted, humillado, con espíritu de reivindicarme, solamente para recibir silencio frío en vez de acogimiento y enseñanza. No, ésa no puede ser la actitud de un auténtico maestro. De un maestro se espera algo mejor. ¿Ya no quiere que sea su aprendiz? Está bien. No lo necesito. Es el maestro el que necesita del aprendiz. Un maestro sin aprendiz no es maestro; no es nada, como la luna sin sol que reflejar, como la concha sin su perla, como la tierra sin su eje, como la esposa sin su marido, como el libro sin sus páginas, como las palabras sin sus letras, como la cortina sin su hilo, como el tiburón sin sus filas de dientes, como la uña cortada de su dedo, como un dios sin creyentes. ¡Así que no me desterrará! ¡Yo me iré y nunca me volverá a ver! Y estará solo, ay, ¡tan solo! Ya no habrá más alguien que inoportune su cena con preguntas sobre la vida, el pan o las palmas. El eco de su meditación lo ensordecerá a la locura, que se nutre y aviva de soledad. Así, adiós, maestro. No, no lo es. Sólo es un viejo solo y curtido. ¡Yo soy el maestro! ¡Yo tengo la sabiduría!...”

El aprendiz habría continuado gritando si no fuera porque la luna -que había ya desplazado al sol, oculto bajo el océano, y tomado control de la bóveda del cielo-, iluminó su visión y de tal forma cayo en cuenta de que nada había frente sí mas una roca.


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Y: Se sentó entonces a meditar bajo las estrellas, junto a la roca, y, por vez primera, escuchó de verdad la canción de los grillos.

Texto agregado el 13-06-2005, y leído por 1130 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-06-2005 aunque si siempre te digo que sos diferente, al final no es que sea realmente diferente, porque lo diferente en vos es lo esperado.... umm ya me enchibolé Aniuxa
14-06-2005 Los últimos dos parrafos rematan!!! Que bueno lo de la luna... me gusta este cuento, diferente a lo que te he leido... Aniuxa
 
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