Y aparecieron de repente de atrás, salieron entre las tinieblas disparando a mansalva botes de gas humeante, balines de goma, la marcha se abrió en desesperación, todos corrían sin orden y en perfecto caos, los balines zumbían cerca de los oídos y los gases crearon un una cortina de humo denso, viscoso, casi palpable. En el tropel alguien le empujo, choco contra la pared, sus piernas se enredaron, cayo golpeando primer la cabeza contra el muro, para luego caer de bruces sobre el adoquinado de la calzada, con las piernas abiertas y tendidas como tijeras. Ella corría sin conocerlo por detrás, al verlo extendido por los suelos, trato de no pisarlo, intento saltar por encima, pero su pierna se enredo con la pierna de el, giro por el aire, e irremediablemente cayo junto a el, su pómulo se estrello contra el frió suelo, un coagulo de sangre salpico de su boca. Sintieron mil pies que los pisaban por todo el cuerpo, en cuestión de minutos el resto de los manifestantes y policías terminaron por correr pos sus lados, llevándose los gritos y el bullicio hasta unas cuadras mas abajo, donde dos camiones con cincuenta policías hacían la pesca de desafortunados, sin mas anzuelo que el cansancio e indisposición de los peces, no había peor que caer en manos de la policía y bregar días en celdas mal olientes a disposición de golpes y ultrajes. A el y ella nadie los asistió, el campo de batalla se silencio, agónicos con los ojos abiertos se miraban y se amaron por primera ves, durante minutos mantuvieron la mirada dolida, pero risueña, sin ningún movimiento ni facial ni corporal, pero con esperanza, con dulzura y complicidad, con dificultad el movió la mano y encontró la mano de ella con los dedos húmedos de sangre, ella con dolor movió el pulgar y acaricio la palma de el. Libres por naturaleza, sobre la calle desolada, abandonados por las estrellas, se amaron con paciencia, esperando algo, que ni ellos sabia que. Siguieron inmovilizados, pero aun con los ojos abiertos, apenas pudieron esbozar un “te amo” en silencio. Si no los levantaban pronto, irían a morir debido a mil zapatazos desesperados o a causa del frió de una noche de invierno sin cobijo. Mas ahí del amor sufrido, se hermanaron en su lucha. A las dos horas de tendidos, cuando el dolor y el frió ya sobrecogía a la fuerzas del amor, sus ojos empezaron a cerrarse, pautando una muerte segura, pero en el ultimo halo de energía, y con la esperanza de seguir amándola, saco fuerzas de sus cenizas, se incorporo para quedar de rodillas, ella al verlo con los ojos llenos de lagrimas de dolor, giro la cabeza para dar muestras de vida, trato también de moverse, pero no podía, sintió que sus caderas se habían desencajado de su lugar, pero el pudo pararse pese a la pierna rota, auque gritaba de dolor, con esfuerzos la levanto en brazos, ella lloraba, en una mezcla de dolor y amor, mientras el la tenia protegía entre sus brazos, ella también lo abrazo. Camino con la pierna arrastrada, las lagrimas transparentes se congelaban en las mejillas, balbuceaban gemidos, ella acariciaba sus cabellos, el sentía su pulso sobre su pecho. Camino con ella a cuestas por las calles amarillas. El dolor se hacia insufrible y al llegar a un parque cayeron una ves mas, pero ahora juntos, ella cayo primero y el sobre ella, aun con el sufrimiento de sus quebrantados cuerpos, el siento el cuerpo de ella bajo sus heridas, adivino sus pechos bajo su abrigo gris, su boca rozo sus cabellos y sintió el olor de sus piel. Ella no sintió aplastador el peso de el, es mas, sus pezones despertaron al sentir sus cercanía, el aliento se le calentó y las caderas se le encajaron nuevamente. Fueron segundos de cúpula arropada, de amor sin caricias. El se bajo de ella y se tendió a su lado y dando continuidad al silencio se tomaron de las manos, miraron las estrellas, como testigos de ese amor. Aun no conocían sus voces, no había necesidad, los ojos lo decían todo, el silencio les era conciliador de sueños, tan solo conocían sus gemidos de dolor. Una infinidad estuvieron así, sus heridas se fueron curando solas, sin mas cuidados que el nuevo amor, ahora la vida tenia mas sentido que la mera lucha, ahora la lucha era con amor. Con cuidado se pararon, tratando de ahogar los gemidos, cada uno hizo un análisis auto-forense, inventariando sus cuerpos. El, una pierna fracturada, heridas sangrantes en el rostro, el labio inferior partido, ciento veintidós moretones en la espalda y las piernas, un corazón nuevo y los genitales urgidos de amor. Ella, con la cadera adolorida y recién acomodada, el labio superior partido y otras heridas en el rostro, un dedo fracturado de la mano derecha y con heridas sangrantes, ochenta moretones en la espalda y las piernas, un corazón urgido de amor y la vagina nueva y vacía.
Aun sin decir palabra alguna, se tomaron una ves mas de las manos, y caminaron sonriendo sin destino, se alejaron del centro y dejaron de ver relámpagos de fuego en los cielos, el caminaba con dificultad pero sin dolor, el aroma de ella lo embriago y las angustias de la pierna rota se fueron con la brisa de media noche. Llegaron a otro parque, alejado y abandonado en la periferia, se sentaron sobre el césped, y por primera ves se besaron, sintieron con calor la sangre que se les entremezclaba, en perfecta alquimia de amor y dolor, se besaron hasta quemar la noche, el la acaricio sin dejar de ver sus profundo ojos de rebelde, ella se entrego con semblanza de doncella, de a poco se quitaron los pantalones, para amarse hasta lo profundo de la caricia emancipada, inmortalizaron su caída en la calzada, nuevamente gemían, pero esta ves de placer, susurraron consignas de promesas de amor. Cuando ya estaban por alcanzar el vuelo de las aves, con un gemido, una luz por detrás los alumbro, el giro la cabeza y encontró la mirada de un par de policías, que disfrutaban de la belleza de los dos, miraban la perfección divina de las rodillas y piernas de ella que franqueaban las caderas de el. Los hicieron vestir y los metieron a un camión, los condujeron a la delegación, al entrar el Oficial de turno pregunto – Quienes son estos o que hicieron, el Cabo que los había detenido y llevado hasta ahí, dijo – Son “degenerados, hallados en plena acción”, el oficial los miro, bajo la cabeza sonriendo y dio la orden – Enciérrelos en la misma celda de los “manifestantes”. Todos ahí nuevamente juntos, unos acusados de agitadores otros de amantes indiscretos, pero todos a su modo dignos, ya se por la lucha o por el amor.
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