Ruborizo los sueños
esfumados
en la anhelada sed
de tu refugio.
Un insistente lamento
se pierde
detrás de alguna oscura calle
como un
desagote de pieles
tendido entre las manos.
En solitarias sensaciones
vago esas auroras,
hasta que tu rostro
agoniza
la pálida memoria
de mis seres.
El cielo anuncia la partida
ante las sales de tu ausencia,
mientras
los soles desvanecen
bajo los ángulos del mundo.
No estás,
y las siluetas de los barcos
encallan sus finos esqueletos
en las bahías de mi alma,
te antecedo
habitando esos muelles
donde la felicidad
se deshacía,
para volver a sentir
el frío recorrido de gaviotas
en esta inmensidad
de entrañas.

Ana Cecilia.