Al principio siempre te preguntas como es posible que la gente consiga dormirse a bordo de una camioneta en Guatemala. Llegas a creer que toman algún tipo de droga narcótica pues, tan sólo a alguien inflado de anestésicos le es, según tu cabal y primer criterio, posible dormir lanzado a una velocidad de vértigo dentro de una lata de sardinas de los años cincuenta.
Y es que lo de ir en camioneta en Guatemala, sobretodo en el tramo entre Sacapulas y Quiché es el verdadero y último deporte de riesgo sólo apto para los más valientes o los que ya están de vuelta de todo.
En primer lugar está el bólido, un maravilloso autobús escolar americano de los años 50 marca Bluebird, que todavía conserva su letrerito de STOP, ese que utilizaba el conductor en los USA cada vez que bajaba un niñito para avisar al resto de conductores. Cuando el autobús quedó anticuado se vendió en Guatemala. Aquí lo pintaron de vivos colores, le cambiaron los amortiguadores, le pusieron el nombre de “veloz Nebajense” “ veloz Quichense” o “ veloz lo que sea”, pero siempre veloz y lo llenaron de pegatinas del tipo “Dios me ama” “ Jesús es mi Pastor” o las más acojonadoras “Las llaves de este carro las tiene Jesús, pregunten en el cielo” o “Sólo Dios sabe si volveré” que la primera vez que las lees te dan un mal rollito de la ostia.
En segundo lugar está el conductor, el puto amo del mundo, un tipo que está por encima del bien y del mal, que no toca el suelo cuando camina, que nunca te mira a los ojos a no ser que seas una linda muchacha local vestidita de uniforme escolar. En este caso, la manda sentar a su lado y conduce de memoria sin mirar ni una sola vez la carretera. Un tipo que a bordo de su camioneta ganaría de todas todas cualquiera de los rallies que puntúan en el campeonato del mundo sin despeinarse y sobretodo sin ponerse a llorar como una nenaza estilo Carlos Sainz.
En tercer lugar y como elemento fundamental está el “dele-dele”, un hombre que viaja colgado de la puerta delantera del autobús con medio cuerpo fuera o encaramado al techo y no para de gritar “dele-dele”, como si al conductor le hiciera falta que encima lo animaran a darle todavía más. El “dele-dele” es el encargado de cobrar el billete. Un buen “dele-dele” no te da nunca la vuelta del cambio de tu pasaje hasta que no te bajas y es capaz de acordarse de cuanto debe a cada uno de los pasajeros de la camioneta sin un solo error, menos con los guiris, con los que, inexplicablemente, siempre se equivoca a su favor. A su lado el tipo ese de los programas de la tele que sumaba números y números enormes en un pis pas haciendo un sonido “umamaumauaam” es un pobre aficionado. El “dele-dele” también se dedica a bajar y subir los bultos del techo del autobús y a decir su otra frase (sólo tienen dos) “aprietense al fondo, caben más”, frase que, aunque parezca mentira siempre es cierta.
En último lugar estamos nosotros, los pollos o sardinas. Como los mayitas son bajitos les caben las piernas en el espacio entre asiento y asiento, pero si superas el metro sesenta estás jodido, ya que para entrar en un asiento pensado para niños americanos tienen que meterte tus compañeros a presión. Además no sólo te aprietas a lo largo si no que a lo ancho también te toca joderte. Los asientos son de dos, pero nos sentamos tres. El del pasillo sólo puede apoyar una nalga en el asiento, la otra flota en el aire. De tal manera que en una fila de asientos vamos seis, tres en un lado y tres en el otro ocupando todo el pasillo. Cuando el de la ventana del asiento de la derecha mueve el dedo meñique de su mano izquierda, el de la ventana del lado izquierdo debe mover su meñique de la mano derecha.
Por si esto fuera poco como los asientos son para niños el respaldo del mismo tan solo te llega a media espalda no pudiendo apoyar el resto de la misma durante un viaje que dura un mínimo de cinco horas. Cuando te bajas del autobús tu columna vertebral parece una culebra y ondula libremente de un lado a otro.
En Guatemala hay un accidente de autobús por semana. La causa siempre es “el conductor corría demasiado” según “Nuestro diario” que es como “El Caso” pero con fotos en color. Absolutamente siempre el conductor y el “dele-dele” huyen del lugar del accidente y casi nunca hay víctimas mortales. Es lógico, haz la prueba, agarra una lata de sardinas y déjala caer al suelo, luego ábrela, verás que todas las sardinitas siguen igual de majas en su sitio sin ni siquiera arrugarse. Con el autobús y sus ocupantes pasa lo mismo. En cambio, los accidentes de pick-up son un desastre. Noticia (os juro que verídica) que salía en “Nuestro Diario” ( no puedo evitar ojearlo cada día) el otro día “ Accidente de picop (sip), mueren doce personas”; un europeo sensato pensaría “joder, aquí ha muerto hasta el gato ( si, es un chiste fácil y malo); pero cuando volteabas la página leías “Diecisiete se salvan”. Veintinueve personas viajando en un pick-up estandar!!!! Esto es mi Guatemala!!!
Volvamos, por eso, al interior de la camioneta y a los pollos, es decir, a nosotros. Una de las peores cosas que te pueden ocurrir en un chiken bus es que te toque un “agrio” sentado al lado. Un “agrio” es un tipo al que parece que la lengua se le esté pudriendo dentro de la boca y que cada vez que suelta el aire te provoca unas arcadas del morirte. Contra un “agrio” sólo cabe una solución, adoptar la posición contraria a la suya. Si él está tirado hacia atrás tu te doblas hacia delante, si él está tirado hacia delante te quedas tieso como un palo. Por desgracia la camioneta es lugar de agrios (cepillo de dientes!!!!, pero que es eso???) y a veces es probable que te toque un “agrio” a cada lado. Entonces, si uno está doblado y otro tieso, te toca aguantar la respiración durante las cinco horas de viaje o cerrar los ojos y auto hipnotizarte repitiendo el mantra “jamón de jabugo, jamón de jabugo” sin cesar hasta bajar.
Cualquier teorema matemático hubiera resuelto que a tres personas por asiento el autobús consigue alcanzar su máxima capacidad. Pero los teoremas matemáticos no sirven dentro de una camioneta. El “dele-dele” continúa haciendo pasar a más y más personas al grito “aprietense al fondo, caben más”, de tal manera que además de las seis personas sentadas por fila se consigue que en el pasillo quepan, de pie, hasta dos personas más por fila.
Ríete tú de ese concurso de la tele que presentaba el imbécil ese que retransmite las campanadas/uvas cada año (por cierto, este año también lo han puesto a él???) junto a la mega actriz española que triunfó en los USA (quien no recuerda su papelón, con frase y todo, en uno de los mejores episodios del “Equipo A”) y que consistía en hacer apuestas chorras en plan “ me apuesto que soy capaz de comerme 600 bocadillos de calamares con mayonesa en 5 minutos” con el fin de ganar un premio que te permitiera pagar al dueño del bar por todos los bocatas de calamares que te habías zampado mientras ensayabas para salir en la tele. Pues bien, en ese concurso una vez se metieron muchos en un seiscientos. Si en vez de españoles se hubieran metido guatemaltecos hubieran cabido el triple, os lo juro por Dios (aunque sea ateo).
Bueno, sigamos que me he despistado un poco. Pues bien, ya tenemos a ocho personas por fila en un espacio diseñado originalmente para cuatro niños americanos. Entonces, “no se vayan amiguitos que todavía hay más” el autobús para y suben docenas de vendedores que se abren paso, a bocados si es necesario, portando sus canastos en la cabeza, por el pasillo y gritando como locos. Cuando ya todo es imposible, el tio del anuncio del “pup and seal”, (si esa especie de mancha que vendía un yanqui por la tele a las cuatro de la mañana y que quitaba el aire haciendo el vacío en toda clase de bolsas) no sacaría ni una molécula de aire de dentro del autobús, el “dele-dele” se decide a recorrer el pasillo para cobrar los billetes.
Así, a bordo de un bobsleigh gigante y de coloritos, lanzado, únicamente sobre los neumáticos de un costado, a ciento cincuenta por hora a través de una carretera de curvas infinitas, comprendes al fin todos los misterios del mundo: lo de uno y trino te parece más simple que mear de pie, la fórmula de la coca-cola es cosa de niños, el quienes somos, de donde venimos a donde vamos te importa un carajo.
Y es entonces, mis niños, cuando, logrando una perfecta paz interior entras en trance y, apoyando tu cabeza plácidamente sobre tu “agrio” compañero de al lado, te duermes como un bebe.
Vuestro, que bonito es viajar!!!;
Dolordebarriga
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