Después de caminar durante largo rato, se preguntaba el hombre donde se encontraría, hasta que un mármol escrito en Braille le dio como respuesta la palabra LABERINTO. Había algo más debajo de esta, y continuó leyendo para enterarse que debía atravesar aquel laberinto de espejos para poder llegar a la persona que tanto amaba.
Sabía que una vez dentro del laberinto le sería prácticamente imposible volver a salir, pero ni siquiera tuvo que dudarlo, ya no tenía nada más que perder...
Una vez dentro, la confianza que generalmente depositaba en su instinto parecía haber desaparecido, y el tacto, que lo había trasladado de un lugar a otro durante gran parte de su vida, simulaba haberse ido con ella.
Lentamente fue avanzando a través de los fríos espejos que parecían querer robar su ilusión al obstruir su paso, obligándolo a retroceder y buscar un camino alternativo una y otra vez.
La desesperación se estaba apoderando de el, y poco después de acelerar su paso, un giro incorrecto hizo que su cabeza impactara contra el cristal, dando como resultado un corte que atravesaba toda su frente y emitía sangre espesa en borbotones que interrumpían el blanco de sus ojos con su fuerte color rojizo.
Despertó varias horas después y le costó recordar que hacía entre tantos cristales y porque tanta sangre se había adosado a su rostro. Una vez consciente de lo sucedido tomó un cristal del suelo con una de sus manos y lenta pero decididamente comenzó a frotarlo contra sus venas.
No importó el dolor, y mucho menos el hecho de que sus ojos escupieran lágrimas como asqueados. Pero poco antes de concretar su propia muerte, recordó porque había ingresado a aquel lugar.
Le bastó con recordar los labios de su amada para ponerse de pie, y con la ilusión de poder volver a abrazarla retrocedió sobre sus pasos para retomar su utopía, que parecía ahora más posible que nunca.
Nadie sabe bien cuanto tiempo estuvo circundando por entre los espejos, hay quienes dicen que fueron unos pocos minutos, pero también están los que aseguran que su búsqueda duró cada una de las horas de aquel día...y hasta un poco más. Lo cierto es que todos coinciden en que no volvió a arrepentirse de haber entrado allí, más allá de sus repetidos golpes contra espejos que aun hoy permanecen opacados por su sangre, dando muestra de su increíble esfuerzo.
Fue justamente al levantarse luego de una de sus torpes caídas que pudo sentir algo totalmente fuera de lo común. Sintió por primera vez que temía a la oscuridad. Esto reinstaló su desesperación, la cual imaginaba en el reflejo de su cara frente a los espejos.
Con la sangre que continuaba derramándose por diferentes partes de su cuerpo, su dolor de estómago, producto de las interminables horas que llevaba sin ingerir comida alguna, y al borde del final, sintió de repente un resplandor incomodar sus ojos, los cuales lentamente iban aclarando la imagen que cada vez era menos borrosa.
Una vez recuperada por completo la visión, pudo ver una sombra que se proyectaba apenas doblando la esquina, y comprendió que estaba a una curva de aquello que tanto había buscado.
Se apresuró en limpiar la sangre de su rostro, ensayó frente a un espejo su mejor sonrisa, y con una felicidad nunca antes percibida, cerró fuertemente sus ojos, para mantenerlos cerrados mientras besaba los hermosos labios de su amada.
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