Inicio / Cuenteros Locales / matilda / El Asalto
[C:11353] | ||||
Iba yo por el callejón, atajo más peligroso que otra cosa, el que llevaba al edificio donde seres de extraordinaria suerte reclamaban 'el gordo', los secos, la ansiada felicidad eterna, la cura a todas las tristezas, el amigo esquivo: El dinero. Ella tenía un billete, el ganador. Era ya muy vieja, y tropezaba con cada piedra del camino. Tenía lentes grandes, pero igual, no veía nada, estaba muy oscuro, era todavía madrugada, quería ser la primera, vería el sol a puertas del edificio, yo tampoco debía estar allí, simplemente no podía dormir, yo sólo caminaba, apenas si la miraba, pero la muy paranoica aceleraba cuando veía que tras de sí yo estaba, no quería asediarla, sólo que no podía evitar verla, pesada, jadeante, aferrada al billete, encogida, se creía la gran cosa, con su mirada de desprecio y pánico revueltos. Decidí seguir un rato con el montaje que seguro ya llevaba entre las telarañas de su mente, ahora si la seguía, hacía de su paranoia una realidad a escala fina... Si, eso quería, justificar su patético y envidioso rostro de terror, su rápido respirar, el desesperado latido de su corazón que hasta yo alcanzaba a oir ya, eso y las cigarras, y sus pies rozando el pasto seco del atajo, nada más se oía, sólo eso y las maldiciones que de seguro me conjuraba, la muy bruja, eso y el sonido del billete arrugado contra su pecho... Y cuando ya no pudo soportar más y sus pies cansados la hicieron parar, se quedó como paralizada, sosteniendo el aliento, incapaz de verme, como a la espera del inevitable asalto... Sólo fue cuestión de rozar su hombro para hacerla sucumbir ante la más tétrica impresión: La muy paranoica sufre un infarto que ahoga por siempre ese desbocado martilleo cardiaco, cae, como demolida, pero aún aprieta el billete con una torpe fuerza, con un agónico apego. Lo tomo y la dejo allí, a merced de las manos sensibles que quieran recoger el decrépito conjunto de huesos y piel vieja. Voy al edificio aquel donde darían fe de mi buena suerte... Cambio el billete... Tengo de todo ahora... Pero no dejo de escuchar las maldiciones de la vieja, eternas en mi cabeza, a cada segundo, en cada día, siempre en mis pensamientos, de donde nunca va a querer salir. |
Texto agregado el 05-09-2003, y leído por 204 visitantes. (0 votos)
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login |