“La verdad es que yo siempre la soñé, es que era tan linda la señorita Aurora, una dama, hija de gente de plata, con la que el jardinero de la casa no debe ni soñar. Además de eso, yo era harto más grande que ella, con 31 años y jardinero era re-poco lo que le podía ofrecer a mi patrona. Aún así a sus primaverales 18 años pudo mirarme y fijarse en mi, claro que yo nunca lo supe hasta el día en que perdí mi pega. Me acuerdo que ese día los patrones andaban en una hacienda que tienen en el campo dónde ellos van a veranear, pero la señorita Aurora tuvo que quedarse en Santiago porque debía hacer unos trámites para la Universidad, si a parte de linda era inteligente mi niña Aurora. Hace una semana que yo no visitaba los jardines de los patrones porque como no estaban en casa no me presionaban mucho que digamos. Ese día la señorita Aurora me convidó a pasar, me iba a dar un vasito de bebida para pasar el calor, que a esa hora ya estaba pegando fuerte. El problema, aunque no es que haya sido un problema realmente, es que nos vimos en vueltos de un momento a otro en una pasión desbordante y fuimos a parar al sofá besándonos desenfrenados y yo cumpliendo mi sueño eterno. Yo ya había terminado de amarla cuando llega la Carlita, una de las empleadas de la casona. Nos vio coloraditos y a medio vestir. Perdí mi pega y ella ahora vive en el campo, con su abuela. Extraño verla pasear por el jardín y saludarme fraternalmente, leyendo algunos de esos libro grandotes que yo nunca entendí como le gustaban. Ese día me dijo que iba a volver, pero todavía no pasa na’, aquí llevo esperándola hace más de tres años.”
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